La producción de rosa en el Maresme

Ya hace tres generaciones que la familia Pons, de Santa Susanna, al norte de la comarca del Maresme, se dedica al cultivo de flores, plantas arbustivas y verdes ornamentales, destacando entre ellas la rosa.

Gerbera, lilium, gladiolo, iris, aspidistra, eucaliptus, paniculata, solidago y rosa, entre otros cultivos, crecen en dos hectáreas de invernaderos situados a lo largo del Camí del Mig, relativamente cerca del mar.
La Gaseta acudió a casa de los hermanos Pons, Josep, Joan y Joaquim, para conocer de cerca el estado de los rosales que darán las rosas más bonitas de la temporada: las que venderán en Sant Jordi.

En el Maresme, hace más de setenta años que se cultivan flores. Claveles, rosas y bulbos han sido los cultivos más extendidos. “Es una zona de temperaturas constantes, protegida de manera natural por la Serralada Litoral y el mar, que le da humedad”, afirma Bàrbara López, la nueva técnica agrícola de la ADV Floragrup-Mercat, que visita regularmente explotaciones como la de los Pons.

“La orientación sudeste también resulta adecuada para el cultivo de flores”, añade.

“Pero ahora la tierra está gastada, cada vez más salinizada, y eso no le gusta a la rosa”.
Actualmente, los Pons tienen seis mil rosales de la variedad Samurai sembrados en el suelo.

Este año, el plantel les llegó un mes más tarde de lo previsto, de manera que esperan recoger, “al menos, una rosa de cada uno”, afirma Joan. “Plantados en el suelo, crecen más rápido”, dice, “aunque con cultivo hidropónico, las rosas son de mejor calidad”, reconoce. “Con este sistema, la planta vive en condiciones ideales”, explica López, “ya que recibe las vitaminas y sustancias que necesita para crecer”. El sustrato es inerte, hecho de perlita o de fibra de coco; “por tanto, será de más calidad, más grande y más larga”, concluye.

“En el suelo, a veces, la planta se bloquea porque no llega a coger bien la comida, por eso también el cultivo es menos homogéneo”, añade. Aunque en el territorio se dan temperaturas ideales para el cultivo y la tierra del Maresme – arenosa o francoarenosa– es buena para la rosa, que necesita un drenaje rápido, “este cultivo se encuentra en declive, ya que no puede hacer frente a la competencia extranjera ni a las tendencias cambiantes del mercado”, apunta López.

De hecho, el nombre de productores de rosa en el Maresme baja año tras año. Con parada en el Mercat, actualmente, sólo hay seis y casi todos cultivan la variedad Lovely Red. Los Pons tienen seis naves, dos más con la variedad Red France. En total, unos dieciocho mil rosales más de roja y cinco mil metros cuadrados más de las de colores. “La Red France tiene espinas y el calor le afecta mucho”, explica el productor, “por eso tiene menos pétalos y se queda más pequeña; pero la mantendremos, ya que produce mucho y su color, rojo, gusta mucho durante todo el año”, continua. “La Lovely, en cambio, tiene un tamaño más grande, pero cuando le toca el sol, su granate se oscurece aún más”, añade.

Según Joan Pons, el monocultivo es la mejor opción para conseguir más calidad en el producto pero, actualmente, no lo es para conseguir buenas ventas. “Los mayoristas ya no compran a los productores locales”, dice. “Quieren artículos estandarizados al máximo que nosotros no podemos ofrecer, ya que sufrimos muchos altibajos en la producción de la planta”, reconoce.

Uno de ellos son las plagas, como los trips, que afectan a los pétalos de las rosas. “El régimen de temperaturas constantes favorece que haya más plagas”, dice López, que aplica la lucha integrada en estas instalaciones. Una serie de actuaciones a base de tratamientos naturales y sostenibles que están regulados per la UE.

El ciclo de vida de la rosa de San Jordi pasa por una poda intensiva en enero y una etapa de crecimiento hasta abril. “Antes de San Jordi, ya se podrán recoger”, señala López, y se harán cuatro o cinco cortes más hasta finales de año. “Con calefacción, se pueden cortar todo el año, claro, pero tiene un coste muy alto”, añade.

A pesar de todo, la compra de una rosa de origen local presenta todas las ventajas de adquirir un producto de quilómetro cero. Ya que en el Mercat, se compra directamente al productor que la ha visto crecer. Igual que en la filosofía de la cocina de quilómetro cero, comprar flores locales potencia la economía de la zona, evita los intermediarios y la contaminación y el coste del transporte. Totalmente adaptada a nuestro clima, esta flor dura más y, como dice López, “la rosa del Maresme no tiene que hacer ningún esfuerzo para ser buena y tener un nivel de calidad muy alto.”

Gaseta

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