Nota de la FAO
La FAO ha abierto un nuevo frente en su batalla contra el hambre y la desnutrición: las ciudades, en donde tendrá lugar el mayor crecimiento de la población mundial durante las dos próximas décadas.
“El concepto de ‘agricultura urbana’ puede parecer una contradicción, pero es lo que la FAO está apoyando como elemento para el suministro de alimentos en respuesta al tamaño creciente de las ciudades en los países en desarrollo y la rápida expansión de sus barrios pobres y superpoblados, según Alison Hodder, experta en horticultura del Servicio de Cultivos y Pastos de la FAO.
Por primera vez en la Historia, este año la población urbana a nivel mundial –más de 3 000 millones de personas- excederá en número a la que vive en áreas rurales. Hoy en día un tercio de los residentes urbanos -1 000 millones de personas- viven en suburbios degradados, y en muchas ciudades de África subsahariana esto sucede a las tres cuartas partes de sus habitantes.
Para 2030 y según las proyecciones de la ONU, cerca de dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades, mientras que la población mundial alcanzará los 9 000 millones de habitantes en 2050.
“Se producirá un enorme incremento de la población urbana”, asegura Alexander Müller, responsable interino del Departamento de Agricultura y Protección del Consumidor de la FAO. “Asegurarnos de que dispongan de todos los alimentos necesarios supondrá un desafío sin precedentes”, añadió.
A través de su programa “Alimentos para las ciudades” –una iniciativa interdisciplinaria-, la FAO ayuda a diversas urbes a desarrollar proyectos de agricultura urbana y periurbana para que puedan ser capaces cada vez más de alimentarse a sí mismas.
Huertos familiares en África
En África, países como la República Democrática del Congo, Senegal, Gabón, Mozambique, Botswana, Sudáfrica, Namibia, Egipto y Malí participan ya en iniciativas de agricultura urbana con apoyo de la FAO:
En la República Democrática del Congo, la FAO trabaja con las autoridades municipales para ayudar a convertir 800 hectáreas de superficie urbana en huertos familiares en ciudades como Kinshasa, Lubumbashi y Kisangani, con el fin de producir verduras frescas –e ingresos extras- a cerca de 16 000 familias, unas 80 000 personas.
En este proyecto todos los alimentos se obtienen de acuerdo a los principios de la agricultura sostenible y a estrictas normas de calidad que garantizan que el producto es fresco, inocuo y saludable. Esta iniciativa tiene la ventaja añadida de que deriva en más espacios verdes en ciudades muy congestionadas.
“La agricultura urbana no entra en conflicto con la agricultura tradicional en zonas rurales”, explica el consultor de la FAO Wilfried Baudoin. “Debido al mal estado de las carreteras, el transporte a las ciudades de productos perecederos, como las hortalizas de hoja, es con frecuencia imposible”.
Baudoin también rechaza el temor de algunas autoridades municipales de que producir alimentos en las ciudades pueda acelerar la migración desde las zonas rurales. “Siempre han existido pequeños huertos urbanos. Tan solo ayudamos a la gente a producir alimentos mejor, de forma inocua y con mayores beneficios”.
En Namibia, por ejemplo, un grupo de unos 75 campesinos urbanos han recibido ayuda para firmar un contrato con un supermercado. En Dakar, Senegal, varias familias han montado puestos de venta en el vecindario para comercializar sus excedentes, y cada una de ellas logra ganar al menos un dólar diario extra.
Productos caseros en América Latina
La FAO está utilizando un enfoque novedoso para la cuestión de las barriadas pobres en las ciudades colombianas de Bogotá y Medellín, en donde un proyecto piloto apoya la producción de hortalizas por parte de personas desplazadas (IDPs, por sus siglas en inglés).
“El proyecto está dando una nueva dimensión al concepto de producto ‘hecho en casa’, asegura Juan Izquierdo, encargado de Producción y Protección vegetal para América Latina de la FAO.
Debido a la escasez de terreno, los expertos locales -con el asesoramiento de la FAO- han enseñado a centenares de familias que viven en los “barrios” (zonas urbanas marginales, ndr) a producir sus propias hortalizas en micro-huertos dentro de sus propias casas, usando como recipientes botellas de agua recicladas o neumáticos viejos. La técnica utilizada se basa en el cultivo por substrato o hidropónico (en donde el agua sustituye a la tierra), y los recipientes se sitúan en cualquier lugar en el que exista espacio y luz suficiente: en las ventanas, patios o incluso las escaleras de los edificios.
Cada uno de estos “huertos” familiares produce al mes cerca de 25 kilogramos de verduras como lechugas, fríjoles, tomates y cebollas. Los excedentes se venden a los vecinos o a través de una cooperativa que ha sido creada por el.
FAO