Los alimentos básicos habían estado durante décadas a precios irrisorios; casi no valía la pena hacerlos; y sin las ayudas gubernamentales, por supuesto, no se hubieran producido ni en Estados Unidos, ni en Canadá, ni en la Unión Europea. Últimamente, la subida imparable del petróleo ha arrastrado al alza los alimentos básicos, y esto es también del todo lógico: Las plantas cultivadas (o salvajes) pueden sustituir numerosas aplicaciones que hasta hoy procedían del petróleo casi exclusivamente. A medida que este último ha ido aumentando de precio, otras oportunidades se abrían para utilizar sustitutivos (alternativas técnicas posibles). Toda esta cadena de oportunidades, que poco a poco se vislumbra, en particular para las materias primas agrarias, no es en modo alguno un asunto banal. Bien al contrario, acarreará a medio y largo plazo una verdadera revolución industrial y comercial: Muchos bienes y servicios de la actual civilización deberán ser rediseñados para que no se alcancen desde el origen “barril de petróleo”, sino desde el origen “materia seca agraria”. Y esta revolución no ha hecho más que comenzar. Mientras el nuevo orden se establece, van a generarse ajustes dolorosos, tensiones y, a veces, verdaderas catástrofes. Muchos sufrirán brutales reconversiones –ya que sus productos tradicionales quedarán “fuera del sistema”.
Miren, si no, lo que está pasando con las fábricas de Etanol de la Unión Europea: Dichas industrias se planearon hace un quinquenio, cuando el grano sobraba en la Unión, y a precios de intervención podía destinarse a producir energía. El precio a pagar por ésta última estaba, por supuesto, pactado por los Estados Miembros, y se alineaba al bajo nivel de entonces de la materia prima a transformar. En Europa no se diseñó un sistema de agroenergía que pudiera competir al final del ciclo, desgravando o subvencionando el producto en la gasolinera, sino que se diseñó un sistema “apriorístico”, ayudando al sistema de producción (proceso), independientemente del precio de la materia prima necesaria para el funcionamiento de las industrias. Resultado final: Las industrias del etanol en la UE están “paradas”, ya que al precio de mercado de la materia prima, es imposible competir con la gasolina presente en las Estaciones de Servicio.
No acaban aquí los problemas. Las panaderías han subido el precio del pan; y las pastelerías el de los bollos y las tortas; las galletas también han subido. La pasta italiana, igual. Pero estas subidas tan solo han venido para compensar el mayor costo del grano adquirido, el cual, como todo el mundo sabe, tan solo es responsable del 15 o del 20% de los costos totales que tiene una panadería o un supermercado que vende paquetitos de kilo de alguna pasta alimentaria. Pero ¿qué ha pasado con la ganadería? Pues lo que tenía que pasar; que el encarecimiento del pienso de los animales no representa el 20% de los costos totales hasta la puesta en venta en mercado de los mismos, sino ¡tal vez el 80%! Es evidente que en este caso no basta aumentar el precio de venta unos céntimos. Ahora, el kilo de carne deberá subir una animalada, porque el pienso, que representa el 80% de los gastos totales de producción, se ha disparado. Igual pasará con la leche y los huevos. Como el mercado, difícilmente va a aceptar una subida tan brusca y tan “inesperada” después de tantas décadas de precios irrisorios, la polémica está servida. ¿Cómo va a arreglarse esto? Quién sabe. Para empezar, algunos ganaderos van a cerrar. Disminuirá la oferta. Disminuirá asimismo la presión sobre las materias primas agrarias a transformar. Pero ¿será ello suficiente para que el precio de los animales en el mercado refleje el costo real de producción?
Me parece que ante este problema deberían los poderes públicos actuar. Es un caso típico de desajuste de la cadena agroalimentaria. La transformación del grano en etanol se ha hecho del todo imposible: Bien, cerramos las fábricas, y no pasa nada, ya que se puede seguir gastando petróleo; pero ¡es que también se ha hecho imposible el engorde de animales! Y ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarlos? ¿Será para darlos a los buitres, que pasan hambre? ¿O será tan solo para evitar el gasto del pienso que no es posible atender? Lo sensato sería organizar, hasta que el mercado absorba el nuevo nivel de precios, una ayuda directa a la producción de carne, leche y huevos, para que el sector pueda continuar. Otra solución sería acordar la desgravación fiscal completa a la primera transformación de materias primas agrarias en productos ganaderos. Tal vez al inicio ambas ayudas sean necesarias.
Pero es que los poderes públicos están para resolver estas cosas –y si no lo saben hacer, vale la pena protestar.
Lo que por otro lado se está viendo es justo lo contrario: En Bruselas están pactando entre bambalinas una nueva Reforma de la PAC en la que los “derechos” van a “igualarse”. Regadío y secano, por ejemplo, van a cobrar igual (según pretenden ellos). Trigo, maíz y girasol también cobrarán lo mismo. ¡Vaya adelanto! Pues lo peor aún está por ver: Parece ser que este Reglamento propuesto perjudicará irreversiblemente a los Derechos de la Ganadería –que por supuesto son siempre más altos que los de la agricultura. ¡Solo faltaba esto! La ganadería no puede pagar el pienso, y además le quitan el pago histórico (o casi). Vaya inteligencia más preclara, la de los responsables del sistema. En el fondo, la inteligencia sirve para adaptar la regla a la realidad…y no para atropellar la realidad con una regla absurda.
AGPME