Cada semana ASAJA denunciaba en sus comunicados que decenas de agricultores estaban enfermando de tularemia, infección que contraían mientras desarrollaban sus labores en el campo, algo que la Junta negaba con rotundidad desvinculando la tularemia de la plaga de topillos y no cursando los partes médicos como enfermedad profesional, cuestión esta última que ha supuesto renunciar a compensaciones económicas previstas por la Seguridad Social.
El estudio epidemiológico ha sido contundente. La curva de la prevalencia de la enfermedad ha ido paralela a la de la prevalencia de la plaga, no ha habido enfermedad donde no ha habido topillos, la edad y el sexo de los enfermos corresponde con las medias de edad y sexo de los agricultores de Castilla y León, en todos los casos los pacientes desarrollaban labores en el campo, y la vinculación con las liebres, que es a lo que se agarraba la Junta, ha sido anecdótica. Para más ahondar, reconocen ahora los científicos que los picos de enfermedad en humanos que tienen lugar en verano o estaciones cálidas – situación del brote de 2007-, se relacionan más con garrapatas y roedores que con otros vectores o reservorios.
Después de pasado medio año desde la aparición de los primeros enfermos de tularemia, la Junta ha publicado su estudio epidemiológico actualizado, donde ya no puede negar la vinculación entre tularemia y plaga de topillos. No obstante, de la lectura de los informes oficiales, que por cierto no figuran firmados por nadie, se desprende un esfuerzo ímprobo por seguir ocultando la realidad. No ocurre así con otras publicaciones científicas como la que recientemente ha visto la luz de la mano del catedrático de la Universidad de León, Elías Rodríguez Ferri. Este profesor, estudioso en la materia con anterioridad al foco de 2007, es ahora explícito en el reconocimiento de la relación entre topillos y tularemia. En un amplio artículo publicado en el último número de la revista del Colegio Oficial de Veterinarios de Madrid, Elías Rodríguez Ferri concluye diciendo que “resulta innegable la participación del topillo en los casos de enfermedad humana, aunque en las condiciones de masificación de sus poblaciones y teniendo en cuenta las grandes oportunidades de contagio directo e indirecto con el hombre, sorprende el bajo número de animales encontrados positivos, hecho que no ocurre con la liebre…”. Le sorprende al profesor Ferri, y me sorprende a mí, que siendo tan evidente e incontestable la relación entre la enfermedad y la plaga de topillos, el éxito de hallar la bacteria en los topillos haya sido tan escaso. Y entiendo que en esto tiene que seguir trabajando la comunidad científica porque aquí es evidente que algo falla. Espero que nadie se moleste si cuestionamos el sistema de toma de muestras o las técnicas analíticas, pues todos los profesionales están o estamos sujetos a la posible revisión de nuestros trabajos. Y en todo caso, lo que no se puede es comparar el porcentaje de análisis positivos de la bacteria Francisella tularensis en liebres, con la positividad en roedores, pues el número de individuos analizados, comparado con la población total, no ha guardado proporcionalidad alguna. Es normal que la positividad haya sido mayor en liebres que en la otra especie, aun en casos de prevalencia similar de la enfermedad, si se analizó un porcentaje más alto sobre la población total.
No sabemos si durante 2008 seguiremos padeciendo la plaga de topillos y sufriendo sus efectos devastadores sobre nuestras cosechas. Ni lo sabemos los agricultores ni lo sabe la Junta. Lo que sí sabemos es que si sigue habiendo topillos seguirá habiendo casos de tularemia en las personales y sobre todo en las personas que ejercemos la profesión de agricultores y ganaderos. Para los agricultores y ganaderos de Castilla y León, la epidemia que cerró el año 2007 con 471 casos clínicos diagnosticados en laboratorio, fue algo más que unas “fiebres de verano”. Fue una enfermedad que afectó al profesional en el momento de realizar la cosecha, que le mantuvo de baja una media de cuatro o cinco semanas, que sobrellevó con las molestias propias de una enfermedad altamente febril, que requirió en no pocos casos hospitalización, que se le negaron compensaciones económicas reconocidas por la Seguridad Social, y para colmo, que casi se diagnosticaba y comunicaba al paciente en secreto para silenciar críticas en los medios de comunicación. Algunos pacientes llagaron a tener la sensación de apestados. Algunos facultativos se deben estar arrepintiendo de su postura cobarde, aunque comprensible, al no denunciar lo que estaba pasando.
La Junta de Castilla y León ha estado torpe con el problema de la plaga de topillos, y con la tularemia ha hecho todo un alarde de esfuerzo para silenciarla y minimizar sus efectos. Su postura ha sido deshonesta con las organizaciones agrarias, con ASAJA, y ha sido deshonesta con los pacientes, que es peor. No dudo que se haya actuado correctamente para tratar la enfermedad una vez diagnosticada, mejor fuera, pero eso no es suficiente. El paciente y toda la sociedad, sobre todo la sociedad rural de Castilla y León, tenía el derecho a saber qué estaba pasando y ese derecho se le ha negado, como se le ha negado el derecho a recibir las justas compensaciones de la Seguridad Social para los casos de “enfermedad profesional”.
Ahora, mientras la Junta en su web oficial cuelga un informe en el que tímidamente reconoce lo que ASAJA denunció con rotunda firmeza y acierto en el mes de julio, la comunidad científica, que sitúa a Castilla y León en el primer puesto mundial de la historia reciente de esta enfermedad, no tiene duda que en el campo la tularemia será una enfermedad profesional endémica mientras endémica sea la plaga de topillos. Y los responsables de la tularemia seguirán siendo los mismos que los de la plaga de topillos: los políticos que pudiendo y debiendo hacerlo, no utilizan los medios a su alcance para erradicar el problema.
José Antonio Turrado Fernández
¿Una enfermedad que afecta a 471 pacientes en un año y que se cura con antibióticos comunes es una alarma social? Por favor la gripe contagia y mata a más personas en Castilla y León en un año y aun con vacuna.
¿Efectos devastadores en cosechas? ¿3500-4000 kilos en cereal es devastador?. Señores de ASAJA nos están calentando tanto a los consumidores que al final los efectos serán devastadores sobre ustedes debido a sus propias mentiras.
No estoy de acuerdo en nada con el artículo. Creo que las cosechas recogidas (datos oficiales) no reflejan esas cosechas devastadas.