El carácter imprescindible de nuestra actividad y sus múltiples valores empiezan a ser reconocidos.
La búsqueda de alimentos de calidad, la eficiencia en la gestión y distribución de los recursos hídricos, el mantenimiento de la biodiversidad, la autonomía energética, la lucha contra el cambio climático y la transparencia de los mercados internacionales, que son los seis grandes retos a los que la tierra ha de hacer frente en el transcurso de los próximos años, tienen a la agricultura como principal aliado.
Por eso, desde ASAJA-Sevilla en el Día Mundial de la Tierra queremos lanzar un mensaje al nuevo consejero andaluz de Agricultura, Martín Soler, a la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural, Elena Espinosa, al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero y a la Comisaria de Agricultura de la UE, Mariann Fischer, para que potencien esta actividad en un momento como el actual en el que la sociedad demanda un incremento de la producción y la productividad y necesita más que nunca de los alimentos, la materia prima para bioenergía y las externalidades positivas que de la actividad agraria se derivan.
Por eso, carece de toda lógica que la Comisión Europea, tal como hace en el “Chequeo Médico” que tiene previsto presentar el próximo mes de mayo, retome ideas del siglo pasado de todo punto injustificables en un escenario totalmente nuevo, en el que la agricultura está llamada a desempeñar un importante papel.
El crecimiento desmesurado de la población (de los 2.000 millones de habitantes de 1950 hemos pasado a los 6.000 millones en el año 2000 y a casi 7.000 a finales de 2007) acompañado también de un notable y deseable crecimiento económico, ha provocado el incremento de la demanda de materias primas, alimentos y energía, así como la multiplicación exponencial de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), causantes del calentamiento global de la atmósfera y desencadenantes del temido cambio climático. Un fenómeno de efectos globales que ha incrementado las tradicionales sequías y provoca catástrofes naturales absolutamente imprevisibles.
En este escenario la potenciación de una actividad agraria moderna sostenible y abierta a las nuevas tecnologías (incluida la biotecnología) se torna vital, pues la agricultura es la piedra angular de todo el edificio, fundamental para alimentar a la creciente población mundial, para amortiguar la dependencia del petróleo mediante la producción agroenergética (biomasa y biocombustibles), y para reducir drásticamente las emisiones de CO2, gas de efecto invernadero que las propias plantas necesitan para su desarrollo actuando como sumidero al capturar el dióxido de carbono y desprender oxígeno. La agricultura además fija población -evitando el éxodo rural, que es el peor enemigo de la biodiversidad-, mantiene la cubierta vegetal evitando la erosión, la desertización y los incendios forestales.
Por ello, la solución a la hambruna mundial y a la necesidad imperiosa de alimentos y materias primas agroenergéticas está en hacer más agricultura, es necesario emprender una segunda revolución verde apoyada en los cultivos biotecnológicos que permita incrementar la producción sin necesidad de roturar nuevos suelos.
Si queremos luchar eficazmente contra la sequía, tenemos que contar con el sector agrario y forestal, y especialmente con cultivos de regadío, pues estos son los que más GEI absorben. Una hectárea de regadío fija alrededor de 43 toneladas de CO2, mientras que una hectárea de secano absorbe nueve y una forestal 21 toneladas. Para regar hace falta contar con agua suficiente, por lo que hay que poner en marcha planes hidrológicos que ahorren agua y modernicen los sistemas de regadío, pero hay que trabajar también desde el lado de las infraestructuras, construyendo ecoembalses, trasvases, desaladoras y depuradoras.
Por ello, el regadío debe incrementarse en todas aquellas zonas con potencial: África, Sudamérica, Asia, Europa y España, sólo así podemos sustituir al petróleo frenando el cambio climático y alimentando a una población creciente.
La Unión Europea debe mantener su apoyo a la producción y el uso de biocombustibles, y paralelamente debe potenciar el incremento de productividad de las explotaciones agrarias para cubrir satisfactoriamente todas las necesidades.
En el Día Mundial de la Tierra es necesario dar un toque de atención también fuera de la UE, el resto de países enfoque también el problema de manera global. El planeta exige un reequilibrio no sólo comercial, habrá que diseñar una estrategia de territorios, de sectores económicos, de cultivos en función de las disponibilidades de tierra, sol y agua. Los Jefes de Gobierno de los países desarrollados tienen una gran responsabilidad que deben asumir para evitar su enorme pasividad, que es la peor de las maldades para el mundo subdesarrollado en nuestros días.
ASAJA Sevilla