Biotecnología: crece la brecha entre países ricos y pobres

Las promesas y el potencial de la biotecnología no están divididos igualmente entre los países desarrollados y los países en desarrollo, declara en un comunicado publicado Louise Fresco, Subdirectora General de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Fresco habla de una ‘brecha molecular’, subrayando que «las diferencias entre los agricultores ricos y pobres, entre las prioridades y necesidades de la investigación, entre el desarrollo tecnológico y la transferencia actual de tecnologías , se agrandan cada vez más».

Para subsanar esa ‘brecha molecular’, «es necesario un nuevo planteamiento de la biotecnología para hacer frente a las necesidades urgentes de los más necesitados y a las nuevas exigencias en materia de calidad y cantidad de alimentos y de nuevos productos agrícolas».

Habría que garantizar un diálogo abierto sobre los beneficios y los peligros de las biotecnologías. Los agricultores y los países pobres deberían tener acceso a los recursos genéticos y a las tecnologías y los medios para usar unos y otras.

«En la actualidad no hay inversiones serias sobre ninguna de las cinco cosechas más importantes de los trópicos semiáridos: sorgo, mijo, frijoles de palo, garbanzos y cacahuetes», dice Louise Fresco, que encabeza el Departamento de Agricultura de la FAO. «Esto se debe en gran parte a que el 70 por ciento de las inversiones en biotecnología de la agricultura corresponden al sector de investigación privada de las multinacionales, sobre todo en los países desarrollados o en los más avanzados entre los países en desarrollo».

«Hoy, el 85 por ciento de las siembras de todos los cultivos transgénicos en el mundo son de soja resistente a los herbicidas, a maíz resistente a los insectos y a variedades de algodón enriquecidas genéticamente, pensadas para reducir los insumos y los costes de trabajo en los sistemas de producción a larga escala, no para alimentar al mundo en desarrollo ni para aumentar la calidad de los alimentos», dice Fresco.

«No existen programas de amplia escala en el sector público para hacer frente a los problemas críticos de la pobreza o del medio ambiente, ni centrados en cultivos específicos, como la mandioca ni tampoco dedicados a los pequeños rumiantes.

Escoger lo mejor

La biotecnología es sólo una de las maneras de mejorar la calidad y la cantidad de los alimentos de forma sostenible, dice Fresco. A la hora de elegir las mejores opciones para hacer frente a los problemas específicos de producción en los países en desarrollo, habría que basarse en planteamientos económicos, técnicos, sociales, comerciales y de seguridad. «La biotecnología puede añadir nuevas dimensiones a los enfoques integrados ya existentes, pero no reemplazarlos».

«Quizás el potencial más grande de las biotecnologías no reside en los organismos modificados genéticamente (OMGs), sino en los marcadores genéticos, genomicos y proteomicos, que pueden complementar las estrategias tradicionales de mejoramiento de plantas y resaltar su eficacia», agrega Fresco.

«Las vacunas y materiales de siembra que evitan los virus tienen un potencial enorme. Las herramientas de diagnóstico con base biotecnológica pueden representar una gran ayuda para identificar con rapidez numerosos patógenos virales, fungosos y bacterianos. La investigación biotecnológica debería centrarse en los retos claves a los que se enfrentan los países en desarrollo: sequía, erosión y salinidad. El punto clave es aprovechar los recursos genéticos mediante la biotecnología y no limitarse solo a manipularlos», agrega Fresco.

Hay que cambiar la orientación de la investigación

«Me preocupa mucho que la investigación agronómica se haga cada vez mas especializada y se centre solamente en la planta o en los niveles celulares».

«Las presiones sobre los institutos de investigación para obtener financiación externa pueden llevar a dar una importancia excesiva a la investigación relacionada con la biotecnología. El previsto beneficio potencial de los OMGs ha hecho que las inversiones cambiasen de objetivo pasando de los enfoques basados en los sistemas a la gestión de plagas, concediendo una gran importancia a los monocultivos: no se pueden ignorar las posibles repercusiones a largo plazo de esas estrategias, tanto en el medio ambiente como económicas», advierte Fresco.

La clave para que la investigación redunde en beneficio de los países en desarrollo es una cuestión de fondos, subraya Fresco. «Es urgente y necesario -dice- contrarrestar la disminución de fondos destinados a la financiación de la investigación pública y crear al mismo tiempo incentivos para sacar partido de la colaboración entre el sector público y privado».

FAO

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