En una nota de la Fundación Cajamar, los expertos explicaron que el porcentaje total de frutos agrietados, incluyendo los agrietados en la planta y en postcosecha, está entre el seis y el diez por ciento de la cosecha.
El porcentaje de frutos que se agrieta después de envasado es reducido, pero tiene un gran efecto multiplicador porque con una unidad estropeada hay que desechar todo el contenido del envase, lo que supone que entre el 2,8% y el 5,6% de los frutos envasados se desperdicie.
El agrietado del fruto se produce por el «fallo mecánico» de la cutícula –estructura polimérica externa del fruto y órganos aéreos de las plantas– o piel del fruto que provoca la aparición de fracturas en la piel.
La cutícula se considera «crucial» porque ofrece una barrera protectora frente a patógenos, evita la pérdida de agua y solutos, influye en la apariencia externa del fruto y tiene una gran importancia en los tratamientos post-cosecha, almacenaje, transporte y vida comercial del fruto.
Según se determinó en la jornada, son varios los factores responsables del agrietado del fruto de tomate (genéticos, ambientales) y cultivares con diferente susceptibilidad al agrietado muestran diferencias en cuanto a la interacción con las condiciones climáticas.
En la actualidad, el agricultor y el técnico pueden actuar sobre el agrietado modificando las condiciones medioambientales tales como la temperatura y humedad relativa del aire, la salinidad del suelo o sustrato o la relación entre frutos y hojas.
Europa Press