El trabajo, liderado desde 2005 por Rafael Garcés, tiene como principal objetivo asentar la base del conocimiento sobre la síntesis de triglicéridos en algunas oleaginosas de uso común (plantas de cuya semilla se obtiene aceite) y, sobre todo, en algunas especiales como el ricino o el echium.
La idea clave es la obtención de ácidos grasos “inusuales” en su aceite para usarlos en aplicaciones industriales. Para ello cuentan con el respaldo de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa, quien ha incentivado el trabajo como proyecto de excelencia con un total de 122.655 euros.
“Lo que hemos estado haciendo durante todo el proyecto ha sido estudiar las posibles variables, caracterizar un mutante alto oleico de ricino diseñado por el grupo de Córdoba, ver cómo sintetiza los ácidos grasos, los triglicéridos, así como estudiar qué enzima está mutada y cómo afecta a su síntesis de aceite”, apunta el investigador.
Aunque los resultados son todavía preliminares, el responsable del proyecto afirma que el trabajo realizado hasta ahora sirve para definir la planta del ricino como la mejor candidata para su cultivo en Andalucía. “El mutante alto oleico del ricino sería bueno para el biodiesel, pero también para la síntesis de plásticos, para fabricar gomas de automóviles, para detergentes o para lubricantes biodegradables”, apunta el investigador.
Fuera del circuito alimentario
Para que el ricino haya sido seleccionado como la planta más adecuada ha tenido que cumplir con una serie de características. La primera de ellas es que exista la seguridad de que la planta que produzca los ácidos grasos “inusuales” esté completamente fuera del circuito alimentario.
Por otro lado, pese a no ser originario de España, el ricino está totalmente adaptado a las condiciones normales de Andalucía, creciendo de manera silvestre en multitud de lugares. A esto se le suma su potencial productor. Y es que el 50% del peso de la semilla es aceite, con lo cual posee una riqueza grasa superior a la de las principales oleaginosas que se cultivan hoy día, “sin haber sido todavía mejorada de verdad”, subraya el responsable.
En esta línea, un estudio realizado a nivel europeo, y en el que ha participado el grupo del Instituto de Agricultura Sostenible, apunta a que el ricino cultivado en la zona mediterránea puede alcanzar una producción de unos 1.000 kilos por hectárea, y cerca de 4.000 kilos en zonas de regadío.
De ahí se extraería un aceite que, en condiciones normales, sería rico en ricinoleico. No obstante, el proyecto liderado por Rafael Garcés trabaja en la caracterización y mejora genética del mutante de ricino ya disponible, capaz de producir un aceite alto-oleico, y otras líneas modificadas, más adecuadas para su uso industrial.
Sustituto del petróleo
Con la planta del ricino ya identificada y caracterizada, el siguiente paso que estos investigadores quieren dar en futuros proyectos sería concretar una modificación para que genere directamente ácidos grasos especiales que sustituyan a productos de síntesis química, derivados sobretodo del petróleo.
“El biodiesel está muy bien, pero la superficie que hay que sembrar es demasiado alta para ser eficiente; sin embargo, si conseguimos que la planta directamente nos produzca un ácido graso ya transformado de manera que nos dé un producto químico final, vamos a ahorrar mucho en petróleo”, afirma Garcés. Con esto, el ricino no se establece sólo como el ideal de producción, sino también como una materia prima con la que se ahorraría mucha energía.
“Cuando se trabaja con petróleo, primero hay que obtenerlo, refinar una parte para combustible y otra para la obtención de polímeros, con lo que se gasta mucha energía”, señala el investigador, quien apunta que “con nuestro producto, alcanzamos directamente esa segunda fase, no necesitamos refinar, por lo que además de reducir entre tres o cuatro veces el consumo de energía, se ahorraría también mucha agua y otros elementos implicados en el proceso”.
Innova Press