COAG califica de estrepitoso fracaso el resultado de la cumbre de la OMC

Nota de COAG
Tal y como estaba previsto, la cumbre de la OMC en Hong Kong ha resultado un estrepitoso fracaso. Una vez más, la agricultura ha sido utilizada por EE.UU. y la UE como moneda de cambio para conseguir mejores condiciones de acceso en sectores como el industrial, las telecomunicaciones o los servicios. El resultado final; un acuerdo carente de contenido, que han logrado sacar adelante en el último suspiro, en un intento de maquillar su propio fracaso.
Desde COAG no se entiende como la OMC sigue por la senda de la liberación comercial en los productos agrarios, a sabiendas de los perversos efectos que está teniendo este tipo de política en las zonas de libre cambio para los países menos desarrollados. La experiencia nos enseña que la liberalización del comercio agrícola, basado en los parámetros de la OMC, es uno de los factores que agudiza los problemas de los agricultores pobres en muchos países. Los estudios de casos concretos indican que la incidencia de este factor es determinante en la migración de los pequeños y medianos productores favoreciendo la concentración de la tierra. Asistimos a la imposición de un modelo agrario de producción, cuya receta se basa en la sustitución de modelos de producción familiares por sistemas de producción y distribución comerciales subordinados a las grandes multinacionales. “Donde antes se sembraba comida ahora se cultivan flores, cacahuetes o café destinados al consumo en el Norte. La mercantilización de la agricultura lleva consigo la concentración de la tierra en manos de empresas privadas y la expulsión del campo de miles de familias que deben buscar su subsistencia en las ciudades o como jornaleros”, ha apuntado Javier Sánchez, responsable de Relaciones Internacionales de COAG.
Gran parte de la liberalización del comercio mundial de productos agrícolas ha estado orientada a lograr que los países en vías de desarrollo se volcarán masivamente a la producción de cultivos para la exportación. Esta situación, en teoría, les permitiría importar alimentos baratos garantizando así su “seguridad alimentaría”. Sin embargo, esto no ha sucedido en ningún lugar del mundo; en Argentina, por ejemplo, la producción de cultivos de exportación como la soja, el trigo y las oleaginosas no han logrado evitar que gran parte de la población pase hambre.
Asimismo, las condiciones ambientales han sido modificadas por la implantación de grandes extensiones de tierras con los cultivos para la exportación, lo que está causando un enorme deterioro ambiental. Este tipo de modelo comercial agrícola en realidad lo que ha hecho es aumentar la dependencia de los pueblos para con las grandes compañías transnacionales de semillas y agro insumos.
Las cifras son ilustrativas: el 60% de la población mundial vive en el medio rural, más de 840 millones de personas pasan hambre, el 75% de las personas pobres y hambrientas del mundo, según datos de la FAO, viven de la agricultura, de la ganadería, del pastoreo o de la pesca y más de la mitad del PIB de más de un centenar procede de la producción agropecuaria. En este contexto, el comercio y el mercadeo son elementos importantes para las economías, pero no pueden ser la prioridad en todos aquellos países en los que la población está pasando hambre, ya que lo que necesitan es asegurar su alimentación. La prioridad de los Estados no puede consistir en aplicar mecanismos para la liberalización del comercio agrario cuando los datos que se desprenden de la propia OMC dicen que sólo el 10% de la producción mundial de alimentos es la que se comercia en los mercados internacionales y que un 74% de la misma está concentrada en sólo 14 países. “En un contexto internacional en el que los precios de los productos básicos siguen bajando y no cubren los costes de producción, una acción política responsable no puede dar prioridad a la promoción de una agricultura exportadora centrada en monocultivos”, ha matizado Sánchez.
Ante esta situación, COAG defiende el principio político de “Soberanía Alimentaría” de los pueblos, entendido como el derecho y el deber de los estados a defender, apoyar y promover su propio modelo de producción agroalimentaria. De ello dependen cuestiones como la calidad de vida de la población o el equilibrio territorial y medioambiental. Proponemos un modelo de producción orientado hacia el abastecimiento de los mercados interiores que permita el crecimiento y la transformación de los mismos en productos alimentarios. Este modelo de producción debe garantizar la creación del tejido rural, respetar el medio ambiente y ser solidario con los sectores agrarios de otros países. Por todo ello, y porque entendemos que el actual marco de regulación del comercio internacional no permite ningún avance, COAG demanda que la agricultura y la alimentación salgan de las negociaciones comerciales.

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