El argumento es que la preferencia por ellos no corresponde a un capricho de los consumidores, sino que se trata de una forma de vida que simboliza, además de alimentación saludable, un consumo ético, preocupado del medio ambiente y que ayuda al comercio justo. Un negocio saludable que involucra a más de 50 millones de hectáreas en cerca de 120 países y con ventas que en 2006 superaron los US$ 38,6 billones, 5 billones más que el año anterior.
Lo mejor de todo, un mercado que no deja de crecer, porque a pesar de que la producción aumenta, la demanda sigue siendo superior. «Los supermercados están buscando proveedores que aporten productos novedosos, de calidad estándar y atractivos a la vista del consumidor. La demanda está muy lejos de ser cubierta», explica Andrea Raggi, gerente de markenting de Apofruit, Italia.
Aunque todavía es muy pronto para ver cómo afectará la crisis financiera a las compras de los consumidores, la preocupación con los orgánicos es que se trata de productos que pueden costar entre 10 y 100% más, dependiendo de qué se trate, la época del año y el lugar donde se vende. Es decir, serían prescindibles.
«Está claro que cuando hay problemas el consumidor ya no compra dos racimos de uva sino uno, por lo que el mercado orgánico podría verse afectado. No significa que las personas dejen de preferirlos, pero sí que limiten su compra», explica Manfred Pülm-Dirk, gerente comercial de Lehmann Nature, de Alemania.
Para evitar esos efectos negativos y convertirlos en una oportunidad para los productores nacionales hay algunos temas que se vuelven claves, como por ejemplo, no perder la confianza del consumidor. Fundamental en el ‘boom’ que ha tenido la producción orgánica, es la inocuidad alimentaria. Se les prefiere porque se considera que son alimentos sanos, que no dañan el medio ambiente ni la salud humana. «Tanto en Europa como en Estados Unidos los problemas que han surgido en inocuidad han hecho que el consumidor pierda confianza, eso no puede pasar con los orgánicos. Se puede depreciar si no se toman las medidas adecuadas. La producción orgánica se basa específicamente en la confianza del consumidor, y eso no se puede perder», recalca Bernward Geier, director de Relaciones Internacionales de la Federación Internacional de Agricultura Orgánica (Ifoam).
Alemania es uno de los países donde más ha aumentado el consumo orgánico -en 2006, el 4,5% de las ventas de alimentos fueron de orgánicos y ello fue 15% más que el año anterior- y las principales cadenas de supermercados tienen su propia certificación. «Pero hubo un problema con las frutillas de Chile, se dijo que eran de produccción local y luego se comprobó que eran extranjeras. Eso generó todo un cambio. Hoy los supermercados fiscalizan que la procedencia del producto, sus características y la información del productor estén accesibles rápido, vía internet. Y si se comprueba algo, existen pruebas de laboratorio que permiten determinar el lugar del que provienen los productos», cuenta Manfred Pülm–Dirk.
En el caso de Chile, aunque la certificación de productos orgánicos es rigurosa, ya se está poniendo ojo con la fiscalización de éstos. «Hace unas semanas, nosotros como Agrupación Orgánica solicitamos al SAG que aumente la fiscalización, de manera de proteger tanto a los consumidores como a los productores. No podemos como país ser poco serios y dejar pasar acciones de inescrupulosos que dicen ser ogánicos cuando no lo son. Es muy peligroso perder la credibilidad», señala María Teresa Pérez, gerente de AAOCh. Hay otros elementos.
Hasta hace muy poco a los orgánicos se les consideraba productos amigables con el medio ambiente. Sin embargo, en el último tiempo se les ha acusado de tener un impacto no menor, básicamente porque dejarían una huella de carbono mayor que la de otros productos. Eso limitaría su crecimiento. «Apostamos a que el consumo y las exportaciones de orgánicos no se reducirán de acuerdo con los estudios que hemos hecho, no hay demasiada diferencia en la huella que deja un barco que viene de Chile con lo que pasa cuando se transporta el producto dentro de Europa», explica Andrea Raggi.
Los expertos plantean que otra forma de capear el temporal es diversificando los mercados. Las exportaciones hoy se centran en Estados Unidos, básicamente por su tamaño y porque es uno de los destinos preferidos de los productos chilenos. Más del 70% del total de las exportaciones agroindustriales va a Estados Unidos, donde hay cerca de 300 millones de habitantes de altos ingresos.
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