Al contrario que en el arroz y otros cereales, la floración del maíz no depende de unos pocos genes que interactúan entre ellos, sino que es el resultado de la acción de un gran número de genes con pequeños efectos aditivos, sin que la interacción entre ellos tenga nada que ver.
El hallazgo, que permitirá predecir adecuadamente el tiempo de floración de cada planta de la especie, es fruto de un equipo internacional liderado por investigadores estadounidensesy que cuenta con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Los investigadores examinaron los genotipos de casi un millón de plantas en varias localizaciones (ocho) de Estados Unidos. El objetivo era conocer la arquitectura genética de su floración (el número, localización y relación de los genes que la regulan), dada su importancia evolutiva para la adaptación de la planta a diferentes ambientes.
Al contrario de lo esperado, no se halló que la interacción entre genes (epistasis), el origen geográfico o las interacciones con el ambiente tuvieran un papel preponderante, sino que se identificaron numerosos genes cuyos efectos se sumaban para determinar la floración. “Sería un mecanismo similar al que regula la altura humana”, explica Mª Cinta Romay, investigadora del CSIC.
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