Desde 1971, hace ahora 37 años, celebramos cada 22 de Abril el Día de la Tierra.

En ella se nos presenta por primera vez una Tierra azul, en un silencio eterno, frágil, delicada…., hasta tal punto la fotografía evoca belleza y equilibrio que despertó la sensibilidad ecológica de la sociedad de aquellos años y fue la precursora de los movimientos ecologistas al tiempo que se promovían leyes sobre el Aire Limpio, el Agua Limpia…, y se declaraba el 22 de Abril el Día de la Tierra. El diagnóstico actual sobre la salud del planeta parece indicarnos que salvo la buena voluntad que se pone en las conmemoraciones y los recordatorios en el día señalado, poco o nada en términos prácticos estamos haciendo para mejorar el nivel calamitoso de contaminación y desidia que recorre los continentes. Es tal la evidencia de las afecciones derivadas del Cambio Climático como consecuencia del calentamiento global, que sí es cierto que en la sociedad se percibe una mayor sensibilidad por estos temas aunque todavía estamos alejados de los compromisos particulares y colectivos que pongan remedio de forma eficiente a una cultura de despilfarro energético y hábitos de vida que se sustentan en modelos de un consumismo irresponsable.

A España llegó a finales del año pasado el programa de Al Gore “The Climate Proyect Spain” de forma que fuimos 200 los voluntarios seleccionados para la misión de difundir la delicada situación del planeta y proponer fórmulas para iniciar mejoras, que aunque de forma imperceptible, han conseguido con la colaboración de los medios de comunicación y una sensibilidad creciente por estos temas, que las cuestiones del Cambio Climático no se tomen a estas alturas como de ciencia–ficción . Las consecuencias han entrado en nuestros hogares y percibimos que disponer con garantías de agua en el grifo y energía para nuestras necesidades cotidianas puede empezar a ser un lujo que no estará al alcance de todos, eso sí, con un coste que progresiva e indefectiblemente vamos a ver incrementar. Los controles exhaustivos que se realizan a las emisiones de CO2 en el mundo, nos dejan perplejos: En la era preindustrial (1750) la concentración del CO2 era 280 partes por millón (ppm), en 1959 que se inicia un control diario: 315 ppm y en nuestros días: 386 ppm.. Y subiendo anualmente 2 ppm.

La respuesta del planeta lenta pero inexorable ya la vamos conociendo: subida de 1ºC la temperatura media de océanos y continentes, deshielo de los Polos y subida del nivel de los océanos, virulencia de los fenómenos meteorológicos ( huracanes, ciclones, tornados…), olas de calor, periodos de sequía y de precipitaciones torrenciales, aparición de vectores de enfermedades y de especies invasivas hasta ahora desaparecidas o controladas, inadaptación de las especies animales y vegetales a los nuevos ritmos estacionales, etc. Los científicos dan las 450 ppm de CO2 como una situación de bloqueo y caos con una respuesta del planeta imprevisible, que alteraría de forma definitiva la vida en muchas partes de la Tierra. Sin embargo hay voces como la del Profesor Agustín Mariné que en “Un Plan para el Reequilibrio Climático” nos dice : –un problema tan complejo es imposible que encuentre una solución directa que se revele del todo eficaz. Se impone, pues, el diseño de soluciones específicas, capaces de actuar poco a poco en sentido compensatorio, es decir, capaces de devolver a las variables climáticas el equilibrio perdido. Si los cambios climáticos (como se admite cada vez más) son producto de nuestra actividad poco cuidadosa, es evidente que podemos invertir su curso trabajando con inteligencia. Según el Prof. Mariné, Presidente de la Asociación General de Productores de Maíz de España (AGPME), la moderna agricultura productiva puede aportar la solución a este problema: la producción agraria capta el temible anhídrido carbónico de la atmósfera y libera el oxígeno que contiene; al mismo tiempo evapora grandes cantidades de agua también a la atmósfera bajo forma molecular originaria. Contribuye, pues, a la vez en dos frentes: Disminuye el CO2 y aumenta la cantidad de agua presente en la atmósfera. Aportaciones científicas, legislación promovida por las autoridades, compromisos de la ciudadanía y las consecuencias económicas y vitales deben hacer del Día de la Tierra un compromiso para todos y cada uno de los días del año. Se trata, nada menos, que de salvaguardar nuestro hogar, la casa común de la humanidad: ¡¡LA TIERRA !!

AGPME

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