La industria agrofarmacológica estadounidense está mostrando signos de recuperación, tras un período de poca actividad, debido en parte a los problemas de imagen causados por el escándalo de la empresa ProdiGene que, en noviembre de 2002, contaminó accidentalmente una partida de soja para consumo humano con granos de maíz modificado genéticamente para producir proteínas no aptas para el consumo. Consecuentemente, la partida de soja fue inmovilizada y luego destruida por el Departamento de Agricultura estadounidense (USDA), y la empresa responsable fue multada y condenada a afrontar los gastos de retirada de la soja. El escándalo se continuó con la revelación de que el USDA había ordenado en el año 2001 la quema de 46 ha de maíz contaminado con polen de una especie transgénica, también cultivada por la misma empresa.
El impacto de dichos escándalos relevó a la tecnología agrofarmacológica a un segundo plano durante el último año y medio. Sin embargo, según un informe emitido por el Centro para la Ciencia en el Interés Público (Center for Science in the Public Interest, CSPI) esta semana, la empresa ProdiGene ha solicitado permisos para cuatro nuevos cultivos experimentales, de los cuales uno, para el cultivo de maíz transgénico en Nebraska, ya ha sido aprobado. Estas cuatro solicitudes forman parte de un total de 16 que han sido presentadas al USDA durante el pasado año, de las cuales siete han sido ya aprobadas y las nueve restantes están siendo consideradas. La empresa ProdiGene asegura que, a raíz del incidente de noviembre de 2002, han puesto en marcha medidas muy estrictas para prevenir la posibilidad de contaminación del suministro alimentario.
Sin embargo, el CSPI expresa su preocupación por el hecho de que dos tercios de las 16 solicitudes presentadas son para cultivos tradicionalmente dedicados a la alimentación humana, en particular maíz, arroz y cebada. En muchos casos, los cultivos farmacológicos se llevarán a cabo en zonas, como Nebraska, en que existe abundancia del mismo cultivo para fines alimentarios. El CSPI argumenta que debería evitarse el uso para farmacología de cultivos normalmente dedicados a fines alimentarios o, de usarse dichos cultivos, deberían plantarse en zonas alejadas de los cultivos para consumo. El CSPI pide que el proceso de aprobación de cultivos se lleve a cabo de un modo más transparente.
Por su parte, la patronal de empresas de biotecnología asegura que sus afiliados utilizan las salvaguardas más estrictas para evitar casos de contaminación cruzada, y que la agrofarmacología no sólo es segura, sino que promete el logro de medicinas más baratas y fáciles de elaborar en el futuro. Por su parte la principal asociación de industrias alimentarias (Grocery Manufacturers of America, GMA) exige que se elabore un marco normativo integrado que asigne claras responsabilidades sobre el desarrollo y control de estas nuevas variedades. En 2003, el USDA reforzó sus normas sobre separación de cultivos, incluyendo la exigencia de un cinturón de protección de una milla entre plantas genéticamente modificadas y variedades tradicionales.
En relación con este asunto, la Secretaria de Agricultura, Ann Veneman, anunció el pasado 1 de junio que su departamento será uno de los organizadores de la conferencia ministerial regional sobre ciencia y tecnología en la agricultura, a celebrarse en la capital de Burkina Faso, Ouagadougou, entre el 21 y 23 de junio.
Este evento proseguirá los trabajos iniciados en la conferencia ministerial celebrada en Sacramento, California, en junio de 2003, así como en otra conferencia centroamericana al respecto, recién concluida en Costa Rica, y también copatrocinada por el USDA. Esta gira de conferencias sobre biotecnología en la agricultura es interpretada por algunos observadores como parte de la estrategia del USDA de aislar ideológicamente a la Unión Europea en su reticencia a aceptar cultivos transgénicos
MAPA