El compuesto ya era conocido con anterioridad por sus propiedades anticancerígenas, así como por los excelentes resultados en el tratamiento de enfermedades oculares. Esta última investigación añade, además, a la escualamina la capacidad de proteger a las células contra el ataque de virus, como, por ejemplo, el del dengue, la hepatitis B y D y el de la fiebre amarilla. Los efectos han sido probados en animales vivos (ratas y ratones), así como en cultivos de células.
Michael Zasloff, el descubridor del compuesto, declara en el estudio que la escualamina protege «contra virus que atacan el hígado y el tejido sanguíneo«, ya que solamente es capaz de entrar en ciertas células, como arterias, venas, capilares y las células hepáticas.
La capacidad antiviral de la molécula se debe a los protones que contiene (partículas con carga positiva). En la membrana de las células también existen proteínas con carga positiva que, cuando entran en contacto con la escualamina, se esconden por repulsión. Casualmente, algunas de las proteínas de la membrana ahuyentadas son necesarias para que los virus puedan infectar a la célula. Los investigadores han descubierto que, si se ocultan estas proteínas, se interrumpe el ciclo vital de los virus.
El tiempo de acción de la molécula, además, coincide con el del virus, de modo que sería un medicamento efectivo. «A muchos virus les cuesta horas completar su ciclo vital, el mismo tiempo que la escualamina actúa sobre los tejidos y órganos tras su administración«, cuenta Zasloff.
La proteína del tiburón actúa sobre aquellas que ayudan a los virus, en general, a infectar. Es por esta característica que «no se prevé que pueda surgir una resistencia viral al compuesto«, según el investigador, que asegura estar ante un hallazgo revolucionario. «Existen muchos antibacterianos, pero hay muy pocos antivirales«. La obtención de escualamina no pone en peligro a los tiburones. Desde 1995, se produce artificialmente en los laboratorios.
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