Los científicos, procedentes de Canadá, Dinamarca, Finlandia, Alemania, Japón, Países Bajos, Rusia, España y Estados Unidos, compararon los daños ocasionados al ozono en el Ártico a principios de este año con lo observado en el Antártico, donde cada primavera desde la década de 1980 se viene produciendo un «agujero» en dicha capa. La concentración de ozono al comienzo del invierno ártico suele ser mucho más elevada que al principio del invierno antártico.
Los datos recabados indican que la temporada fría en el Ártico duró más de un mes en algunas latitudes, constituyendo de hecho el período más largo registrado hasta ahora en estudios del invierno ártico. Esta prolongación del frío fue la causante de la pérdida de ozono sin precedentes. Los autores destacan la necesidad de seguir investigando para averiguar los factores que han motivado esta extensión de la temporada fría.
La profesora Kaley Walker, física de la Universidad de Toronto (Canadá) y coautora del estudio, explicó: “En el invierno ártico de 2010-11 no hubo temperaturas inferiores a las de los inviernos árticos más fríos del pasado. La novedad de este año fue que las temperaturas fueron suficientemente bajas como para generar formas de cloro destructoras del ozono durante un período de tiempo mucho más largo. Fenómenos de pérdida de ozono en el Ártico como el registrado este año podrían producirse con más frecuencia si las temperaturas invernales de la estratosfera ártica descienden en el futuro a raíz de cambios climáticos en la Tierra”.
Para desentrañar el origen del problema, los investigadores evaluaron un conjunto exhaustivo de mediciones procedentes de observaciones mundiales diarias de los oligogases y la nubosidad facilitadas por los satélites Aura y Calipso de la NASA, así como datos meteorológicos, modelos atmosféricos y concentraciones de ozono registradas por globos sonda.
Este trabajo esclarece de qué manera toda disminución del ozono situado sobre una zona provoca un incremento en la radiación ultravioleta incidente sobre la superficie, con los consiguientes perjuicios para humanos y demás criaturas del planeta.
Los investigadores señalan también que el Protocolo de Montreal de 1989, tratado mundial por el que se restringe la producción de sustancias destructoras de ozono, ayuda a los ecologistas en su empeño por evitar subidas de la concentración de cloro y así detener la aparición de un agujero en el ozono ártico cada primavera.
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