El desarrollo rural, impulso para el cambio en las estructuras de los estados

Ahora bien, advierte de que hay que tener en cuenta algunas particularidades a la hora de transplantar los conocidos planes Leader y Leader + al entorno latinoamericano. “Hay ciertas diferencias de tipo institucional”, explica Gómez. “Tiene que ver con la forma en que se estructuran los Estados y las instituciones para que estos programas puedan realizarse. Una de las condiciones del éxito europeo de estos programas se ha debido a que se han dado en entornos de alta descentralización de los Estados. Es cierto que los Estados consiguen los recursos, pero la decisión de dónde y cómo aplicarlos se toma en cada localidad. En América Latina, a pesar de los grandes esfuerzos por descentralizar, todavía sigue habiendo algunos estados con una visión muy centralizada”.

Además, el consultor de la FAO identifica algunos desajustes en la gestión del desarrollo rural latinoamericano: “Mientras en Europa funcionan de forma fluida, en América Latina quedan todavía algunas duplicidades de instituciones, en algunos casos con actividades solapadas. Se echa en falta un poco más de enfoque territorial, sin pararse a segmentar tanto entre pobres, menos pobres, mujeres, jóvenes… Es una cuestión que va a la esencia de estos programas y que tiene que ver con la transversalidad”.

Por último, Sergio Gómez también describe un problema en cuanto a la concepción de los plazos. “En Europa”, explica, “los planes tienen plazos de seis o siete años, pero en América Latina el largo plazo es un año y eso da mucha inseguridad”.

Cambios en la organización estatal
A tenor de lo visto en Sevilla, la FAO considera que la región latinoamericana debe asimilar este enfoque europeo del desarrollo regional. “Es una mirada más moderna y más eficaz”, asegura Sergio Gómez. Y, además, supondrá una buena experiencia para introducir cambios en la organización de los estados latinoamericanos. “Lo que se haga trasladando estas experiencias va a ser un gran aprendizaje para definir la forma en que se modifica el Estado y las instituciones que tienen que ver con el desarrollo rural”, explica el experto de FAO.
Para ilustrar lo que quiere decir, Sergio Gómez se refiere a los Grupos de Acción Local europeos, que son los encargados de gestionar los proyectos de desarrollo rural a nivel local. “En Europa, los grupos tienen sus propios técnicos, mientras que en América Latina los técnicos dependen del Estado y de sus instituciones. Y esas personas tienen que decidir la entrega de recursos”, señala.

Este tipo de consideraciones son fundamentales a la hora de trasladar estrategias de un lado a otro del océano. Pero, además, deben ser tenidas en cuenta por las organizaciones internacionales de cooperación y por los organismos financieros internacionales. “Instituciones como el BID o el Banco Mundial ven que esta es una forma de que los programas tengan más impacto que el que han tenido hasta ahora. Es una visión más moderna, una nueva ruralidad, y pensamos que hay que apoyar este tipo de planes. Así, con los aportes de los países implicados, los de las instituciones internacionales y la ayuda de la cooperación internacional, los programas de desarrollo rural deberían tener impacto. Eso quiere decir que se lograría cumplir con los objetivos del Milenio”, aclara Gómez.

Buen nivel de gasto
Y es que, en opinión de este experto, los países de la región están dedicando un volumen de dinero público importante al desarrollo rural. “Pero se discute mucho sobre si la forma en que se desarrollan los programas tendría más impacto de hacerse de otra manera y hay mucho que hablar sobre la eficacia del gasto”, dice el enviado de la Oficina Regional para América Latina y el Caribe.

Los datos indican que, país por país, aparecen proyectos y planes muy interesantes. Los principales estados de la región, como México y Brasil, tienen “programas sumamente interesantes que combinan el desarrollo rural con la superación de la pobreza”. Sin embargo, la FAO piensa que la corriente central de lo que pasa en la agricultura de esos países no va por ahí. “Cuando se va a los datos puros, a las tendencias, es cuando se ve que, a pesar de lo mucho que se ha avanzado y de los esfuerzos que se han hecho, sigue habiendo una situación de mala distribución de la riqueza. Esto tiene que ver con la forma en que se ha llegado al modelo de crecimiento. Ahora corresponde a los países articular políticas con un mejor sentido retributivo”, apunta Gómez.

En este sentido, la experiencia del taller realizado en Sevilla demuestra que las políticas y los programas de desarrollo rural tienen que dejar a un lado la óptica tradicional, segmentada y muy enfocada en la producción agrícola, para enfocar mejor el desarrollo como una cuestión de territorio. América Latina debe poner en marcha programas que, por un lado, rompan con la antigua segmentación. Y, por otro lado, es necesario rechazar la idea de que en el medio rural sólo hay producción silvoagropecuaria. “Hay otra cantidad enorme de actividades para el medio rural. Destaca, por ejemplo, un empresario chileno que ha estado en Sevilla y que tiene una empresa mediana de infraestructuras para entornos altamente rurales. Pero hay mucho más, y todo eso debería ser tenido en cuenta en los programas de desarrollo con una óptica territorial”, asegura Sergio Gómez.

Invisibilidad Rural
Además, según los análisis de la FAO, está sucediendo un fenómeno que puede ser descrito como “invisibilidad de las zonas rurales” y que debe ser corregido. Para Sergio Gómez, algunos países de la región sólo tienen en cuenta el campo para hablar de los grandes dinamismos de la producción de ciertos productos, asociados a “boom” agrícolas, como el de la soja, el de la fruta tropical, el de las hortalizas, el de las flores… “La impresión que tenemos en la FAO es que en la región, como pocas veces antes, hay un comportamiento dinámico de ciertos sectores de la producción, pero, desgraciadamente, esas situaciones de gran dinamismo no provocan un desarrollo en sus regiones. Sigue persistiendo la pobreza y, a veces, se agudiza. Hay países que ignoran este hecho y ni siquiera le prestan atención. De ahí que, por ejemplo, en Perú, se dé una situación de invisibilidad del medio rural”, describe. Ante esta situación, la FAO está realizando un estudio que llevará por título Boom agrícola y persistencia de la pobreza. “Y es que creemos que esta tarea de luchar contra la invisibilidad corresponde a instituciones como la FAO”, explica Sergio Gómez.

Existiendo algunas similitudes estructurales entre el campo latinoamericano y el europeo, sin embargo, hay un elemento que los diferencia de forma notable y es la existencia de grandes bolsas de pobreza en la región latinoamericana. “Hemos podido concluir que los programas que se centran sólo en los pobres, al final los aíslan y no funcionan. Si se quiere desarrollar la región hay que pensar en desarrollar territorios en los que todo el mundo quiera sentirse parte de ellos. De esa forma se crean sinergias que permiten superar la pobreza”, asegura el portavoz de la FAO.

Una situación que mejora
Preguntado por la situación actual del campo latinoamericano, Sergio Gómez ha sido optimista. Describe el momento presente y pone el énfasis en la actual coyuntura de precios de los productos agrícolas, que, en su opinión, no parece que vaya a ser transitoria. Además, recuerda que la irrupción de los cultivos energéticos tendrá “proyecciones insospechadas que irán más allá del aumento de precios”.

Con esta perspectiva y los nuevos planes de desarrollo rural, da la impresión de que hay motivos para el optimismo. Así, será posible implementar programas de desarrollo más modernos y sostenibles desde el punto de vista medioambiental. Además, se podrá tener en cuenta los intereses de las comunidades originales, sus tradiciones y sus culturas.
Por último, el cambio en la estrategia permitirá acceder también a nuevas formas de reorganizar la propiedad de la tierra. “Pensamos que puede haber una multitud de métodos para redistribuir la tierra, incluyendo el acceso a créditos, subsidios, etc, relata Gómez.

FAO

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