El director del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Alimentario (IMIDA), Adrián Martínez, destacó que “los árboles infectados presentan fuertes floraciones con un pobre cuajado de frutos y caída prematura de estos. Los que se mantienen en el árbol son pequeños y asimétricos, con poca cantidad de jugo. Sólo adquieren la coloración correcta los expuestos al sol, mientras que el resto son de un verde intenso”.
Destacó asimismo que “en las zonas afectadas la única medida posible de control es la eliminación de plantas enfermas, para así evitar fuentes de inoculo”. No obstante, advirtió que “debe llevarse a cabo inmediatamente después de la aparición de los primeros síntomas, lo que implica frecuentes, rigurosas y costosas inspecciones de campo”.
Esta enfermedad todavía no afecta a las zonas productoras de Europa. Las medidas de control deben ser preventivas y de cuarentena, por lo que, señaló, “es preciso mantener una estrecha vigilancia en los puntos de entrada a los países de la Unión Europea y sobre las partidas y material vegetal procedentes de zonas citrícolas infestadas”.
En la jornada intervinieron como ponentes Mariano Cambra y Milagros López, del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias, que hablaron sobre ‘Situación actual de la enfermedad y sus vectores, ¿una oportunidad para la citricultura mediterránea?’ y ‘Un reto para la citricultura española: evitar Huanglongbing, la enfermedad mas destructiva de los cítricos’.
Esta enfermedad fue detectada por primera vez en Asia a finales del siglo XIX, posteriormente en Sudáfrica a principios del siglo XX. A lo largo de los años se diseminó por varios países de ambos continentes y posteriormente a zonas de Brasil y California.
La principal forma de diseminación de este patógeno es a través de dos vectores: Diaphorina citri (Kuwayama) y Trioza erytreae, este último localizado en las Islas Canarias.
CARM