Ya han obtenido sus primeros resultados; “de las diez variedades analizadas –explica Belén Puertas, investigadora del IFAPA-, todas se han calificado como aceptables para la destilación menos una. Y del total restante, las más rentables, es decir, aquellas que podrían proporcionar más litros de alcohol, son cuatro”.
En concreto, la variedad menos recomendable para la obtención de aguardiente, en nuestra zona es la Ugni blanco, un tipo de uva usada para la elaboración del coñac en Francia. También es francesa la Colombard y, sin embargo, ha resultado una de las cuatro más rentables en igualdad de condiciones de cultivo (densidad de plantación y poda), clima y suelo. Las otras tres son la Airén, la uva manchega que supone hoy el 95% de la producción para el brandy de Jerez; y la Garrido y la Zalema, dos variedades autóctonas andaluzas. El resto de variedades analizadas han sido la Corredera, la Doradilla, la Palomino fino y la Jaén Blanco.
Entre los tipos estudiados también cuenta la uva Moscatel que “si bien ha dado como resultado un aguardiente muy agradable, creemos que, a priori, no va a casar bien con los aromas de la madera con la que se elabora el brandy de Jerez”, comenta Puertas.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores han llevado a cabo estudios fenológicos exhaustivos de la plantación como brotación, floración, envero, resistencia a enfermedades y controles de la maduración de cada uno de las variedades estudiadas. Han determinado el momento óptimo para la vendimia en función de la cantidad de azúcar, de acidez y de pH. Una vez vendimiada la uva, se ha procesado el mosto, que ha fermentado transformándose en vino.
Europa Press