El poder de la gran distribución en la cadena agroalimentaria

Nota de COAG
Sólo tres cadenas de distribución alimentaria, Carrefour, Mercadona y Eroski, deciden la mitad de de los comemos y los precios que pagamos por los alimentos. Este es uno de los datos más relevantes que arroja el informe realizado por el Departamento de Economía Agraria de COAG sobre “El poder de las gran distribución en la cadena agroalimentaria”.
El informe también señala, como principales factores que influyen en el abuso de poder de la gran distribución, el proceso de concentración de las grandes superficies, el escenario de competencia oligopolística y el escaso poder de negociación de los productores.
Proceso de Concentración. En lo que a Europa se refiere, el sector distribuidor se encuentra sumido en un proceso de cambio importante. Proceso que se inició en los años setenta y que durante los últimos años del siglo pasado se vio acelerado con el desembarco de Wal-Mart en Europa en 1998. Esta situación provocó una reacción entre las cadenas europeas existentes en aquellos momentos para llegar a acuerdos, fusiones, etc. con la finalidad de poder alcanzar un nivel de concentración que les permitiera contrarrestar el poder del gigante americano.
Todo este proceso de fusión ha llevado a que, en el año 2004, las diez primeras cadenas de distribución tuvieran el 36,8% de la cuota de mercado de frutas y hortalizas a nivel europeo. Esta situación se va a ver mejorada para estas cadenas según las previsiones para el año 2008, donde lograrán el 37,9% de la cuota de mercado y un aumento del 18,84% de sus ventas.
Además, el fenómeno de concentración de las compras que va más allá de las grandes empresas de distribución y afecta a las centrales de compra del resto de minoristas. La articulación entre el comercio minorista (al que en definitiva tiene acceso el consumidor) y sus proveedores es muy variada. En general, los grandes grupos de distribución (Carrefour, Corte Inglés, Mercadona, etc.) tienen sus propias centrales de compras y negocian con las empresas proveedoras directamente.
La inmensa mayoría de consumidores compran sus alimentos en una extensa red de puntos de venta que pertenecen a muy pocas empresas transnacionales. Existen muy pocas puertas de acceso del productor al consumidor final, ya sea directamente a través de las grandes empresas distribuidoras o de los grupos de compra.
Competencia oligopolística. La gran distribución se comporta como un mercado oligopolístico, donde la rivalidad es muy intensa y empuja a las empresas a realizar grandes ofertas para atraer al consumidor y entonces sus competidores se ven obligados a ponerse a la altura de estas ofertas, lo que provoca una bajada del precio del producto. Se produce un aumento considerable del poder de negociación de estas cadenas comerciales porque son pocas y existen muchos proveedores.
Escaso poder de negociación de los productores. La elevada atomización de la oferta frente a una alta concentración de la distribución, tal y como se ha expuesto, implica una competencia enorme entre los distintos proveedores de estas cadenas comerciales para seguir contando con una implantación en las mismas y no quedarse fuera de sus programas de compra. A medida que la concentración de la distribución se incremente, también lo hará esta competencia entre proveedores.
Todas estas tendencias de la distribución comercial; concentración, competencia oligopolística y escaso poder de negociación de los agricultores, genera una reducción de precios para el productor sin ninguna contraprestación para el consumidor, aspecto que lleva inevitablemente a una reducción de los márgenes de beneficio obtenidos por los profesionales agrarios y un efecto negativo sobre su renta final.
La Renta Agraria total, en términos reales, durante el año 2006, experimentó una disminución del –3,6% respecto al año 2005, pasando de 12.769,75 millones euros en 2005 a los 12.305,65 millones de euros del año 2006 según la 2ª estimación de la renta agraria publicada por el MAPA. Si se observa la evolución de la renta agraria, y analizando los datos en términos reales, la Renta Agraria real permanece por debajo de la cifrada en 1990 (13.765,70 millones de euros).
Además, teniendo en cuenta que el descenso del pasado año fue del -12,7%, es evidente que la renta agraria continúa disminuyendo significativamente, lo que significa no sólo que las producciones agrarias no están generando un mayor valor añadido para los agricultores y ganaderos a pesar del gran esfuerzo inversor y de modernización del sector agrario, sino que nos encontramos ante un problema de carácter estructural importante.

COAG

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