Tras la grave recesión sufrida el año 2000, debida especialmente a la importante sequía que afectó a una gran parte del medio oeste y el oeste del país, la agricultura estadounidense está empezando a mostrar signos de recuperación, según el Centro para el Estudio de la América Rural (Center for the Study of Rural America, CSRA), adscrito a la Reserva Federal en Kansas City.
Los datos del Departamento de Agricultura (USDA) confirman la mejoría económica, previendo un ascenso de 17.000 millones de dólares en la renta agraria, una subida del 49% respecto al año pasado, y del 11% respecto a la media de los últimos 10 años. Según el CSRA, la recuperación de las rentas se debe a una combinación de factores, entre los que destacan el aumento de los subsidios federales y subidas en los precios de la tierra y de los cultivos. En concreto, los precios de la tierra de cultivo, indicador clave de la prosperidad de las explotaciones, subieron entre el 6 y el 7% entre mediados de 2002 y mediados de 2003 en la zona centro del país. Asimismo, los márgenes de beneficio en la venta de ganado han mejorado respecto al año 2002.
Las perspectivas de exportaciones agrarias a Europa son asimismo prometedoras, ya que la sequía sufrida en el continente europeo ha reducido notablemente la oferta de productos agrarios.
Las normas de etiquetado de la FDA a los tribunales
POr otro lado, dos grupos de consumidores han denunciado ante los tribunales estadounidenses la nueva normativa de la FDA que relaja los requisitos para el uso de mensajes sobre beneficios para la salud en el etiquetado de alimentos. Los grupos de consumidores (Ciudadano Público y Centro para la Ciencia en el Interés Público) insisten en que dichos mensajes deben estar respaldados por un amplio acuerdo de la comunidad científica. La nueva normativa de la FDA permite el uso de evidencia científica “tentativa”, aunque requiere que la etiqueta especifique la fiabilidad de la evidencia existente.
Los grupos acusan a la FDA de rendirse ante las presiones de la industria alimentaria, creando así una “Torre de Babel” en los supermercados que acabaría por desacreditar los estudios sobre los efectos de los alimentos en la salud.
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