En palabra de Tinaut, «la elevada altitud de Sierra Nevada, junto con la presencia de valles con cursos de agua permanente, proporciona una gran variedad de hábitats, lo que favorece que se instalen en ella especies muy diferentes y procedentes de diversas épocas”.
Según la publicación, más de la mitad de las especies incluidas en el nuevo catálogo, alrededor de cincuenta, han sido identificadas por primera vez en Sierra Nevada. La primera fue Rossomyrmex minuchae (1981), una especie endémica de la Penibética y parásita de otras hormigas. “En aquel momento sólo se conocía otra especie del mismo género, pero a varios miles de kilómetros de distancia, en las estribaciones del Cáucaso”, recuerda Tinaut.
Catalogar a todas las hormigas de Sierra Nevada ha supuesto muchas horas de dedicación y varios años de trabajo. “Encontrar especies raras o escasas nos ha exigido mucho trabajo de campo, a veces utilizando trampas de caída o cebos, incluso lámparas de luz por la noche para algunos sexuados”, relata Tinaut. Pero además del trabajo de campo, si se quiere tener una buena aproximación a la fauna de un determinado lugar, es necesario identificar las muestras usando toda la bibliografía posible (en su caso incluyendo la de otros países del Mediterráneo y de Asia central), así como estudiar las colecciones almacenadas en museos.
“A pesar de todo ello este tipo de estudios no suele ser valorado, ni siquiera por la comunidad científica, considerándoseles un tipo de trabajo anticuado e irrelevante”, se lamenta el investigador granadino.
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