FAO: ‘La inversión agrícola contribuye a contener el éxodo rural’

Nuevo estudio de la FAO sobre las funciones de la agricultura

Una mayor inversión pública en agricultura aunada a políticas agrícolas correctas contribuiría a mantener a la población rural en el campo y reduciría las migraciones, señala la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Esta es una de las conclusiones de un importante programa de investigación de la FAO orientado al análisis de las diversas funciones que desempeña la agricultura en las sociedades y economías de los países en desarrollo. Los resultados se han dado a conocer en el momento en que Europa y Norteamérica se encuentran sometidas a una creciente presión por la llegada de inmigrantes ilegales.

El estudio de la FAO afronta el problema de la migración desde el ámbito rural al urbano pero, señala Randy Stringer, el economista a cargo del informe, «es evidente que las fuerzas que intervienen son las mismas que en la emigración internacional.»

Financiado por el Gobierno de Japón, el programa Roles de la Agricultura (RoA, por sus siglas en inglés) se puso en marcha en 2000 en 11 países que representan una amplia variedad de situaciones económicas y ambientales en tres continentes.

Una de las principales conclusiones del RoA es que los gobiernos y los responsables de elaborar las políticas ignoran en gran medida que «la agricultura, con una gestión adecuada, no sólo puede producir alimentos, sino que tiene también repercusiones positivas en ámbitos como la disminución de la pobreza, la seguridad alimentaria, la distribución de la población y el medio ambiente.»

Migración a las ciudades

En los últimos 50 años, señala el RoA, unos 800 millones de personas se han trasladado del campo a las ciudades. Mucha gente también ha atravesado las fronteras del sur hacia el norte, y de oriente a occidente. El éxodo rural parece estar adquiriendo más fuerza conforme el rápido crecimiento económico en India, China y algunas partes de América Latina, atrae a un número cada vez mayor de personas del medio rural hacia los centros urbanos.

La población rural representa actualmente más de la mitad −el 60 por ciento− de la población de los países en desarrollo. Se prevé que esa proporción disminuya al 44 por ciento para 2030, conforme millones de personas se trasladen a las ciudades, de acuerdo a un informe del RoA. Es evidente que este éxodo constante tendrá profundas repercusiones sociales, económicas y ambientales.

Las políticas agrícolas adecuadas pueden hacer mucho para regular la emigración rural y reducir la presión sobre los centros urbanos, indica el informe. Esto se traduce en menor contaminación, congestión, crimen y enfermedades causadas por vivir en condiciones de hacinamiento.

En Chile, por ejemplo, se logró reducir el número de personas que llegaban a las ciudades estimulando el empleo en el campo mediante el cultivo y elaboración de fruta para exportación, señala el RoA. Asimismo, un auge económico en Ghana impulsado por el sector del cacao se tradujo en el regreso de dos millones de ghaneses que habían emigrado a Nigeria.

Uno de los motivos por los cuales las personas emigran hacia las ciudades es la búsqueda de salarios más elevados. Pero Etiopía descubrió que la inversión en fertilizantes, nueva tecnología y ganado podía reducir las diferencias entre los niveles salariales rural y urbano, y reducir las corrientes migratorias.

La migración rural suele concentrarse en la capital del país y en unas cuantas ciudades. El RoA indica que esta tendencia puede contrarrestarse mediante la creación de ciudades de tamaño medio basadas en el crecimiento de los servicios y la industria del sector agrícola.

En general, añade, los gobiernos necesitan invertir en instrucción, acceso a la tecnología e infraestructura material y social en las zonas rurales, a fin de que la población rural pueda disfrutar del mismo nivel de comodidades disponible en las ciudades.

Más inversión

Si bien, como señala Stringer «los beneficios de la inversión pública en agricultura son muy elevados», los gobiernos y las comunidades no invierten suficientes recursos en este sector. Un motivo es que, con el desarrollo económico, la participación de la agricultura en el producto interno bruto (PIB) y el empleo disminuyó. La compra de alimentos pasó a suponer una parte menor del presupuesto de las familias.

Pero otra razón fue que los gobiernos y los responsables de elaborar las políticas no reconocieron la importancia indirecta y no ligada a los alimentos de la agricultura en el proceso de desarrollo, afirma Stringer. «Regular las corrientes migratorias es una de las principales contribuciones de la agricultura», asegura.

«No se entienden bien las aportaciones indirectas de la agricultura, pocas veces se analizan en el ámbito del desarrollo y todavía menos se reflejan en la formulación de políticas de desarrollo nacionales y rurales», puntualiza el experto de la FAO.

Reducción de la pobreza

Los investigadores del RoA descubrieron que el crecimiento agrícola a menudo contribuye a reducir la pobreza más que cualquier otro sector de la economía. Su gran impacto en la pobreza y el hambre no sólo se percibe en las zonas rurales, sino también en las urbanas.

Su efecto es multiplicador. Cada punto porcentual del crecimiento agrícola equivale a una disminución de 1,5 por ciento en la pobreza nacional, aunque los beneficios no necesariamente se distribuyen en forma uniforme entre las ciudades y el campo. En Indonesia, por ejemplo, se atribuyó al crecimiento agrícola una reducción del 50 por ciento de la pobreza rural y del 36 por ciento de la urbana.

(Una de las causas de este fenómeno es que con el crecimiento de la producción agrícola disminuyen los precios, y unos precios más bajos de los alimentos se traducen en una mayor renta disponible para la población urbana).

Pero la producción agrícola tenía que pasar del nivel de subsistencia a cierto grado de comercialización antes de que se percibieran efectos positivos en la inseguridad alimentaria y la pobreza. Además, es un factor de gran importancia cuáles son los sectores agrícolas que producen el crecimiento.

China, por ejemplo, adquirió autosuficiencia en cereales para alcanzar la seguridad alimentaria nacional. Pero el gran aumento de la producción de cereales ha producido efectos negativos por la explotación excesiva de los recursos naturales y la degradación del medio ambiente, y no ha logrado un incremento significativo de los ingresos rurales.

Los adelantos han ido seguidos de un aumento de los costos marginales y precios más bajos debidos a la mayor producción. «Para que China logre un desarrollo rural y urbano integrado es necesario pasar de la agricultura hacia fuentes de ingresos no agrícolas, que incrementen la productividad de la mano de obra», concluye el ROA.

¿Elefantes o cebollas?

La forma en que la agricultura repercute en la economía en zonas que no están ligadas a los alimentos, los piensos o las fibras, se aprecia en la disyuntiva entre «elefantes o cebollas» que afronta el gobierno de Kenya.

El parque nacional de Amboseli, en Kenya, tiene una espectacular reserva natural de 392 kilómetros cuadrados al pie del Kilimanjaro, con elefantes y otros animales, además de ser uno de los principales santuarios de aves del mundo. En 2004 este parque recibió a 200 000 turistas y generó ingresos en torno a los 3,5 millones de dólares EE.UU.

La zona de Amboseli está poblada por pastores masai, cuyas actividades tradicionales de pastoreo son compatibles con la fauna silvestre. Es más, esta población da al parque «servicios» tales como la gestión del medio ambiente y absorbe los costos de convivir con los animales salvajes, en lo que se refiere a la seguridad personal, la competencia por los pastizales y los daños que la fauna produce en las cosechas.

Pero los masai no reciben pago alguno por su contribución indirecta a la industria turística y, en consecuencia, han recurrido a la agricultura para incrementar sus ingresos.

Una parte de las tierras contiguas a los límites del sur y el oriente del parque ahora está cercada para proteger los tomates y las cebollas de los masai de las incursiones de los elefantes. Pero estas vallas impiden a la fauna tener acceso al agua, alimentos, territorio para reproducirse y a las rutas estacionales de migración.

El dilema está entre proteger las cebollas de los masai o los elefantes de los turistas. La solución ofrecida por el RoA es pagar a los masai en reconocimiento por los servicios que proporcionan al parque. Este pago por servicios ambientales se traduciría en que ya no necesitaran producir tomates para poder conseguir ingresos. Sería fácil financiarlos mediante un aumento de un dólar en el costo del billete de ingreso al parque.

Servicios

Mientras que los servicios que prestan los masai a la industria turística de Kenya siguen sin reconocerse (y sin retribuirse), la agricultura contribuye de muchas otras maneras al desarrollo económico y social de los países.

Puede desempeñar una función decisiva de protección social en momentos de crisis económica. En muchos casos, el sector agrícola ha demostrado una capacidad mucho mayor de adaptación durante períodos de recesión, al proporcionar una red de seguridad económica y social a los trabajadores urbanos, que regresan al campo, y a los pobres en general.

La agricultura también es un elemento esencial en la conservación del medio ambiente, que repercute mundialmente en la biodiversidad, el cambio climático y los hábitat silvestres, así como a nivel regional y nacional en sectores como la conservación del suelo y el paisaje rural.

Con el aumento de los ingresos la población está en mejores condiciones para pagar por un medio ambiente de calidad y está dispuesta a gastar más para obtenerlo. Pero el daño ambiental, una vez realizado, es difícil y costoso de reparar, señala el RoA.

Esta cuestión debería atenderse lo antes posible en el proceso de desarrollo, posiblemente a través de incentivos directos a los pequeños productores para que inviertan en la protección de los recursos naturales, indica el RoA.

El programa RoA está a la mitad de su segunda fase, orientada a producir directrices que tengan en cuenta las contribuciones no comerciales de la agricultura en los ámbitos local, nacional e internacional. En este aspecto es importante formular incentivos eficaces que se puedan utilizar cuando sea necesario.

La primera fase del programa, de cuatro años de duración, tuvo como objetivo determinar y medir el valor de la agricultura fuera de la producción de alimentos y otros productos comerciales. Los 11 países estudiados fueron China, India e Indonesia, en Asia; Etiopía, Ghana, Malí, Marruecos y Sudáfrica, en África; y Chile, la República Dominicana y México, en América Latina.

Ejecuta este programa la Dirección de Economía Agrícola y del Desarrollo, del Departamento Económico y Social de la FAO.)

FAO

Deja una respuesta