FAO: ‘La revolución genética tiene un gran potencial pero no es la panacea para los pobres’

La biotecnología representa una gran promesa para la agricultura en los países en desarrollo, pero hasta ahora sólo un número limitado de campesinos y naciones del mundo en desarrollo han cosechado sus beneficios, señala la FAO en su informe anual El estado mundial de la agricultura y la alimentación (SOFA) 2003/2004.

Los científicos prestan poca atención a los cultivos alimentarios básicos de los campesinos pobres, como la mandioca, las patatas, el arroz y el trigo, subraya el informe.

«Ni el sector público ni el privado han invertido sumas importantes en las nuevas tecnologías genéticas aplicables a productos como el caupí, el mijo, el sorgo y el tef, que carecen de interés comercial pero son fundamentales para suministrar alimentos y medios de subsistencia a la población más pobre del mundo», señala el Director General de la FAO, Jacques Diouf, en el prólogo del estudio.

«Entre las barreras que impiden a las personas pobres acceder a la biotecnología moderna y beneficiarse plenamente de ella están: la inadecuación de los marcos reglamentarios nacionales, la complejidad de las cuestiones relacionadas con la propiedad intelectual, el mal funcionamiento de los mercados y los sistema de distribución de semillas y la escasa capacidad nacional en materia de mejoramiento genético», añade Diouf.

La biotecnología, una de las herramientas de la revolución genética, es mucho más que los organismos modificados genéticamente (OMG), también conocidos como organismos transgénicos, recuerda la FAO.

Hay que sopesar atentamente y caso por caso los peligros y beneficios potenciales de los OMG, pero no se debe subestimar el potencial que ofrecen otras aplicaciones de la biotecnología como la genómica, el mejoramiento asistido con marcadores moleculares y las vacunas animales, subraya.

Hacen falta renta y alimentos para otros dos mil millones de personas

En los próximos 30 años, dos mil millones de personas más dependerán de la agricultura para su subsistencia mientras los recursos naturales son cada vez más frágiles. La respuesta a este reto reside en tecnologías que combinen diferentes objetivos: aumentar el rendimiento y abaratar los costes, defender el medio ambiente, responder a las preocupaciones de los consumidores en materia de calidad e inocuidad de los alimentos, potenciar los medios de subsistencia rurales y la seguridad alimentaria de las comunidades más pobres.

Según el informe de la FAO, muchos campesinos podrían dejar de ser pobres con una investigación agrícola orientada a aumentar sus ingresos y bajar los precios de los alimentos.

Más del 70 por ciento de las personas pobres del mundo vive en zonas rurales y su supervivencia depende de la agricultura. La investigación agrícola, incluida la biotecnología, tiene un papel fundamental a la hora de responder a sus necesidades.

La FAO insiste en que la biotecnología debería complementar, y no reemplazar, a las tecnologías agrícolas tradicionales. La biotecnología puede acelerar los programas convencionales de mejoramiento y dar soluciones cuando los métodos convencionales fallan.

Entre sus potenciales beneficios están la obtención de materiales de siembra libres de enfermedades, el desarrollo de cultivos resistentes a las plagas y enfermedades, y la reducción del empleo de substancias químicas nocivas para la salud y el medio ambiente. Además, puede facilitar herramientas de diagnóstico y vacunas para controlar enfermedades animales devastadoras, mejorar la calidad nutritiva de alimentos básicos -como el arroz y la mandioca- y crear nuevos productos para usos sanitarios e industriales.

Pero los campesinos pobres sólo podrán beneficiarse de los productos biotecnológicos si «acceden a ellos en términos provechosos», agrega el informe. «De momento, esas condiciones sólo se han dado en un pequeño grupo de países en desarrollo».

Cultivos ignorados

La investigación y comercialización de los datos sobre los cultivos transgénicos evidencian que no se ha mostrado interés por cultivos y cuestiones fundamentales para los más pobres. «Ni el sector público ni el privado cuentan con programas significativos que afronten los graves problemas de los campesinos pobres, ni tienen como objetivo los cultivos y animales de los que éstos dependen. Buena parte de la inversión del sector privado se concentra solamente en cuatro cultivos: algodón, maíz, colza y soja».

Según datos que contiene el informe, el 99 por ciento del total de cultivos transgénicos sembrados en el mundo en 2003 se plantó en seis países (Argentina, Brasil, Canadá, China, Sudáfrica y Estados Unidos), representando apenas cuatro cultivos (maíz, soja, colza y algodón) y sólo dos características agronómicas (resistencia a los insecticidas y tolerancia a herbicidas).

¿Dónde va a parar el dinero de la investigación?

Uno de los obstáculos principales que encuentran muchos países en desarrollo a la hora de adoptar y adaptar las innovaciones biotecnológicas es su carencia de capacidad de investigación agraria, sobre todo en el ámbito de la fitogenética y la zootecnia, asegura la FAO.

La investigación privada domina la biotecnología mundial. Las diez empresas transnacionales de ciencias biológicas más importantes del mundo dedican cada año unos 3 000 millones de dólares a la investigación y desarrollo de la biotecnología agrícola. En la mayor parte de los países en desarrollo, la investigación biotecnológica llevada a cabo por el sector privado es irrisoria.

Brasil, China e India, que cuentan con los programas públicos de investigación agraria más completos del mundo en desarrollo, gastan menos de 500 millones de dólares al año por país para este apartado. La mayor proveedora pública internacional de tecnologías agrarias, el Grupo Consultivo sobre Investigaciones Agrícolas Internacionales (CGIAR), tiene un presupuesto anual de 300 millones de dólares para mejorar los cultivos.

Cultivos transgénicos: un éxito económico

La FAO reconoce en el informe que en los pocos países en desarrollo donde se han introducido cultivos transgénicos, los pequeños agricultores han obtenido beneficios económicos y se ha reducido el empleo de productos agroquímicos tóxicos.

«Durante los últimos siete años, los cultivos transgénicos han reportado grandes beneficios económicos a los agricultores en diversas zonas del mundo», dice el informe. En varios casos, los beneficios por hectárea han sido superiores a los derivados de cualquier otra innovación tecnológica introducida en las últimas décadas.

En China, por ejemplo, más de cuatro millones de pequeños agricultores cultivan algodón resistente a los insectos. Representa un 30 por ciento de la superficie total del país dedicada a ese cultivo. Su rendimiento superó en un 20 por ciento al de las variedades tradicionales y los costes de los plaguicidas se redujeron en un 70 por ciento.

El uso de plaguicidas se redujo a 78 000 toneladas en 2001, lo que supone un cuarto de la cantidad total de los plaguicidas químicos utilizados en China. Este descenso significó una menor incidencia de envenenamientos provocados por los plaguicidas si se compara con los datos de las plantaciones donde se utilizaron variedades tradicionales.

Si bien los cultivos transgénicos han sido distribuidos en la mayor parte de los casos por el sector privado, sus beneficios se han repartido entre la industria, los campesinos y los consumidores. «Esto indica que la posición de monopolio engendrada por la protección de la propiedad intelectual no conlleva automáticamente beneficios industriales excesivos», señala el informe.

Repercusiones en la salud y el medio ambiente

Los primeros datos científicos sobre las repercusiones de la ingeniería genética en la salud y el medio ambiente demuestran que es necesario seguir investigando.

«En general, los científicos están de acuerdo en que los cultivos transgénicos sembrados en la actualidad y los alimentos derivados de ellos son inocuos, a pesar de que se sabe poco de sus efectos a largo plazo», explica el Director General de la FAO

«La coincidencia es menor en lo que respecta al impacto ambiental de los cultivos transgénicos. Por lo general, los científicos están de acuerdo en la naturaleza de los posibles riesgos para el medio ambiente pero discrepan en cuanto a su probabilidad y sus consecuencias. Hay un amplio consenso entre los científicos en cuanto a la necesidad de evaluar cada producto transgénico antes de su aplicación y controlar atentamente sus efectos posteriores», señala Diouf.

La FAO recomienda una evaluación caso por caso que tenga en cuenta los beneficios y peligros potenciales de cada cultivo transgénico. El informe afirma que en la producción comercial extensiva se han observado algunos beneficios y no se han detectado efectos ambientales adversos. Ese organismo subraya que, en todo caso, es necesario seguir con los controles.

El documento recalca la necesidad de llevar a cabo evaluaciones de la bioseguridad con base científica.

«Cuando los cultivos no se someten a una evaluación de riesgos para la seguridad biológica, existe el peligro de repercusiones nocivas para el medio ambiente. Las variedades no autorizadas pueden carecer de los niveles de resistencia a las plagas que esperaban los agricultores, provocando la necesidad de uso constante de plaguicidas químicos e incrementando el riesgo de que se desarrolle resistencia a dichas plagas».

Además, advierte la FAO, no se puede esperar que las empresas privadas o los institutos públicos de investigación se ocupen de cultivos transgénicos para los productores pobres en países en los que hay carencia de medidas reguladoras fiables y transparentes.

La Comisión del Codex Alimentarius de FAO y OMS ha llegado a un acuerdo sobre los principios y directrices de evaluación de los peligros para la salud relacionados con los alimentos derivados de la biotecnología moderna. Los miembros de la Convención Internacional de Protección Fitosanitaria están elaborando normas para el análisis de peligro de plagas para los organismos vivientes modificados. Estas normas pueden contribuir a armonizar las medidas reguladoras en todo el mundo

FAO

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