FAO: las formas de labranza tradicionales erosionan el terreno

Los métodos de laboreo intensivo en los que se emplean tractores y arados son una de las causas principales de graves pérdidas de suelo y degradación del terreno en numerosos países en vías de desarrollo, dice la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en un comunicado que se publica hoy. Sobre todo en las zonas más cálidas, donde la capa superficial del suelo es más delgada, la labranza convencional contribuye a la pérdida del suelo. La degradación del terreno se produce también en los países industrializados debido a la labranza excesivamente mecanizada en la que se emplea maquinaria pesada.

Si los campesinos utilizasen formas de laboreo resueltamente ecológicas y aplicasen el concepto de «agricultura conservacionista», millones de hectáreas de tierras destinadas a la agricultura podrían ser protegidas o salvadas de la degradación y la erosión, afirma la FAO, con motivo de la apertura del Congreso Mundial sobre Agricultura de la Conservación, que tiene lugar en Madrid (España) del 1 al 5 de octubre.

«Es necesario cambiar las formas actuales de laboreo de los suelos», dice la Subdirectora General de la FAO, Louise Fresco. «Para el éxito de una agricultura sostenible, atractiva económicamente y socialmente aceptable, es necesario explotar el potencial productivo de aquellos cultivos y recursos genéticos animales que se adaptan mejor al ambiente local. Para ello hay que emplear eficazmente los recursos naturales disponibles, sin agotarlos».

Aplicar la agricultura conservacionista significa que los campesinos deben reducir drásticamente la labranza y mantener una cobertura de protección del suelo formada por hojas, tallos y ramas del cultivo anterior. Esta cobertura protege la capa superficial del calor, del viento y la lluvia, mantiene el suelo más fresco y reduce la pérdida de humedad debida a la evaporación. Menos labranza significa también menos costos de combustible, mano de obra, y maquinaria pesada, dice la FAO. La rotación de cultivos durante diversas temporadas es esencial para minimizar los brotes de plagas y enfermedades.

En todo el mundo, la agricultura de conservación se lleva a cabo en unas 58 millones de hectáreas de tierras, desde los trópicos hasta casi el Círculo Polar Artico, sobre todo en Estados Unidos (unos 20 millones ha), Brasil (13,5 millones ha), Argentina (9,5 millones ha), Canadá (4 millones ha) y Paraguay (800.000 millones ha). El sistema ha sido adaptado para los cultivos de cereales y legumbres y también para la caña de azúcar, verduras, patatas, remolacha, tapioca y frutas.

«La idea de que el cultivo sin laboreo reduce los costes de insumos, beneficia la calidad del terreno y disminuye la erosión y la contaminación ambiental, está empezando a abrirse paso entre los campesinos en todo el mundo», reconoce la FAO.

Para el campesino, la agricultura de conservación es interesante porque reduce los costes de producción, de tiempo y de trabajo. La labranza del suelo es, entre todas las actividades agrícolas, la que más energía consume y la más contaminadora. Si no se labra el suelo, los campesinos pueden ahorrar entre el 30 y el 40 por ciento de los costes de tiempo, trabajo y combustible respecto a las formas de cultivo tradicionales. En los sistemas mecanizados, los costes de inversión y manutención de la maquinaria son inferiores a largo plazo.

En muchas superficies se ha observado que, después de algunos años de agricultura de conservación, las fuentes naturales que habían desaparecido volvían a manar de nuevo. El agua se infiltraba con más facilidad en los suelos sometidos a la agricultura de conservación, aumentando el nivel de aguas subterráneas y limitando las escorrentías en la superficie y, de esta forma, la erosión del suelo.

«Los ingresos derivados de la agricultura de conservación son comparables a los de la agricultura intensiva moderna sólo que la primera es sostenible», subraya la FAO. «Los ingresos tienden a aumentar a medida que pasan los años mientras las variaciones en el nivel de ingresos desaparecen».

La agricultura de conservación no es la agricultura orgánica, pero ambas pueden combinarse, recuerda la FAO. En la agricultura de conservación las substancias químicas, incluidos los fertilizantes y herbicidas, se emplean con precaución. Con el pasar de los años, sin embargo, su uso tiende a disminuir.

La FAO promueve la agricultura de conservación desde hace más de diez años, sobre todo en Latinoamérica, donde se ha transformado en una historia de éxitos. En el estado subtropical de Santa Catarina, en Brasil, los campesinos dependían extremadamente en el pasado de los fertilizantes, los plaguicidas tóxicos y la maquinaria pesada, como tractores, arados y gradas. Tendían a cultivar el mismo producto – maíz habitualmente – de un año a otro. El aumento de la erosión y la disminución de los ingresos obligaron a contemplar con otros ojos la ordenación del suelo. En las dos últimas décadas se pasó con decisión a la agricultura de conservación, que ahora se aplica en 685.000 ha, más de la tercera parte de la entera superficie cultivada de ese estado.

La FAO está potenciando el programa en otras zonas como Africa y Asia Central y del Sur. En los países de la antigua Unión Soviética, la agricultura convencional ha llevado a la degradación ambiental debido al empleo de maquinaria agrícola pesada no adecuada y obsoleta que necesita urgentemente ser reemplazada.

FAO

Deja una respuesta