A principios de febrero llevaba semanas lloviendo en la aldea de Huatina, del Departamento de Potosí, en Bolivia. El río Miculpaya había crecido y le hacía honor a su nombre común: el Río Grande.
Las 50 familias de Huatina, situada a orillas del río, observaban con preocupación aproximarse el agua. Dieciséis de esas familias prestaban especial atención. Desde hace cinco años participan en un proyecto agroforestal de la FAO orientado a aprovechar los ricos suelos de la ribera para cultivar frutales y hortalizas.
En el montañoso Departamento de Potosí, menos del 3% de las tierras son aptas para la agricultura. Pero gracias a la construcción de una barrera de piedras para mantener el río en su lecho, la pequeña comunidad ha podido aprovechar el rico suelo adyacente. Esta barrera, construida a mano con piedras y sostenida con alambre, tiene cuatro metros de altura, tres de espesor y más de 300 de longitud.
Ahí donde las pequeñas parcelas de las laderas suelen producir sólo una cosecha al año, las familias recogen dos en la fértil ribera, y con menos mano de obra. Al ver los resultados obtenidos en Huatina muchas otras aldeas de la zona comenzaron también a sembrar cerca del río. Pero este año llueve más que de costumbre en Bolivia y las lluvias han destruido gran parte de los cultivos del país. Hoy son un triste espectáculo los alrededores dell río Muculpaya. El río ha devorado muchas hectáreas de tierras fértiles.
Los alimentos que casi estaban listos para cosecharse han quedado enterrados. Pero esto no sucede en Huatina, donde la barrera de rocas y el esfuerzo de las familias que apuntalaron la estructura de defensa contra el río en crecida evitó que el agua llegara a los campos. «Cuando el personal de la FAO sugirió hace cinco años que construyéramos el muro, dudamos un poco -explica Victoriano Samudio, dirigente de las 16 familias-, pero ellos salvaron nuestras tierras. Queremos reforzar la barrera. Si no hubiéramos estado ahí sosteniéndola, el agua hubiera entrado, por unos centímetros».
FAO NOTAS