El Órgano Rector del Tratado Internacional se reúne por vez primera en Madrid
El Tratado internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura constituye un paso decisivo para garantizar la seguridad alimentaria de la humanidad y puede ser considerado un hito histórico en la cooperación Norte-Sur, según subrayó la FAO en vísperas de la primera reunión de los países firmantes de este acuerdo, alcanzado bajo los auspicios del organismo de la ONU.
El Tratado es un instrumento jurídicamente vinculante que fue negociado por los países miembros de la FAO y entró en vigor en junio de 2004, al culminar un largo proceso iniciado en los años setenta. Su objetivo es salvaguardar la diversidad genética de las plantas cultivadas: un patrimonio de vital importancia para las generaciones futuras, y del que se calcula que las tres cuartas partes se han perdido durante el último siglo.
A lo largo de la historia, el ser humano ha utilizado cerca de diez mil especies vegetales para alimentarse, pero hoy en día poco más de un centenar constituyen la base de nuestra alimentación, debido a la introducción de un reducido número de variedades comerciales modernas y enormemente uniformes.
En la primera reunión del Órgano Rector del Tratado, que tendrá lugar en Madrid entre hoy 12 y el 16 de junio próximo, participan todos los países que han ratificado el Tratado, que en la actualidad suman un centenar, tras la reciente adhesión de Irán. Se trata de un evento clave para el futuro del Tratado, ya que se desarrollarán los mecanismos que harán posible su implementación y se decidirán aspectos de gran importancia, como la estrategia financiera, el acceso a los recursos fitogenéticos y la distribución de beneficios derivados de su uso.
En paralelo a esta reunión, que ha contado con la valiosa colaboración de España, tendrá lugar un Segmento Ministerial el día 13, en el que se espera una significativa participación y un mensaje político decidido para que se garanticen los recursos financieros y humanos suficientes para el funcionamiento del Tratado, sobre todo en los países en desarrollo. De hecho, uno de los aspectos más destacables de este acuerdo es su universalidad y el impulso a una estrecha cooperación Norte-Sur.
Importancia del Tratado
“Este acuerdo internacional no sólo garantiza la conservación y el uso sostenible de los recursos fitogenéticos, sino también el reparto justo y equitativo de los beneficios que se derivan de su uso, incluidos en su caso beneficios monetarios procedentes de la comercialización.
Por vez primera se reconocen los derechos de los agricultores sobre la base de que han sido los pequeños agricultores tradicionales de todas las regiones del mundo los que más han contribuido durante milenios al desarrollo de la diversidad biológica agrícola y continúan siendo hoy sus principales custodios”, aseguró José Esquinas Alcázar, que desde 1983 es Secretario de la Comisión de Recursos Genéticos para la Alimentación y la Agricultura de la FAO, el foro intergubernamental que ha negociado el Tratado.
Los recursos genéticos constituyen la materia prima que los agricultores y los científicos necesitan para desarrollar nuevas variedades que permitirán a la humanidad hacer frente a potenciales desafíos como plagas en las plantas, cambios del clima, y también para enriquecer la dieta alimentaria. La FAO considera el Tratado esencial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en particular el 1, la erradicación del hambre y la pobreza extrema, y el 7, que se refiere a garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
Interdependencia
El Tratado establece un Sistema multilateral de acceso y distribución de beneficios, que facilita el acceso a los recursos fitogenéticos para las partes contratantes, al tiempo que asegura la distribución de beneficios a nivel multilateral. Este Sistema se aplica a una lista de 64 especies vegetales elegidas siguiendo criterios de seguridad alimentaria e interdependencia, incluyendo trigo, arroz, patata y maíz, alimentos básicos en las dietas de gran parte de la población mundial. La distribución de beneficios apunta particularmente a ofrecer a los países en desarrollo las herramientas y los recursos necesarios para conservar y utilizar sus recursos genéticos, ya sea in situ o en colecciones ex situ (fuera de su ámbito natural).
“En el campo de los recursos genéticos en la agricultura no existe ningún país autosuficiente. Según los cálculos de la FAO la interdependencia media de los países es de un 70 %, todos dependen de la diversidad genética de las plantas de otros países y regiones para garantizar la seguridad alimentaria de sus pueblos”, aseguró Esquinas.
La mayor parte de la diversidad biológica agrícola se haya en las zonas tropicales y subtropicales, es decir, en países en desarrollo. De modo que muchos países considerados pobres son “ricos” en biodiversidad, pero todos dependen de la disponibilidad e intercambio constante de recursos fitogenéticos, en particular los países más desarrollados. La cooperación internacional en este campo no es en provecho de determinadas naciones, sino que es en beneficio de toda la humanidad.
“La biodiversidad agrícola es un legado vital de las generaciones anteriores. Una vez perdido el material genético, es irrecuperable. Tenemos la obligación moral de pasárselo intacto a nuestros hijos: el Tratado transforma la obligación moral de conservarlo para las generaciones futuras, en una obligación jurídica”, concluyó Esquinas
FAO