FAO: Los repatriados recogen una buena cosecha

La población de este distrito situado en un fértil valle de los Andes peruanos ha pasado momentos difíciles. Después de más de un decenio de exilio debido al conflicto armado que hubo en la zona, muchos regresaron a sus lugares de origen en los años 90 y afrontaron el reto de comenzar desde cero.

«El distrito de Vilcabamba tiene una tierra muy fértil -explica Francisco Díaz, Director de CEPRODER (Centro de Promoción y Desarrollo Rural), ONG local-. Pero el valle sufre con intensidad los efectos de El Niño, que hace variar las lluvias y produce inviernos muy fríos. La población local es muy pobre». Una helada muy prolongada destruyó la mayor parte de los cultivos en 2002, y se pudrieron toneladas de papas tipo chuño, base de la dieta andina, que estaban dispuestas para secarse.

TeleFood, la campaña de la FAO dirigida a crear conciencia y recaudar fondos para combatir el hambre, estableció un pequeño huerto y un proyecto de porcicultura para las mujeres de Vilcabamba en 2001, a fin de contribuir en la lucha contra la pobreza y la malnutrición. Con ayuda del CEPRODER, el proyecto está activo en cuatro comunidades campesinas: Vilcabamba, Muyurina, Huancansayhua y Colcabamba. En un principio se está centrando en 22 familias consideradas entre las más pobres y vulnerables.

Aprendiendo de las antiguas costumbres

Dado que la región no se había cultivado desde hacía 14 años, los aldeanos afrontaron una gran labor de preparación antes de poder utilizar las semillas, los aperos y los cerdos proporcionados por TeleFood. Primero construyeron terrazas en las empinadas pendientes, como hicieron sus antepasados en el periodo inca. CEPRODER capacitó a las participantes para cultivar las tierras, producir fertilizantes con lombrices y residuos de los cultivos, y atender a pequeños animales de granja. Muy pronto comenzaron a crecer las primeras hortalizas, lo que produjo una gran satisfacción entre las participantes.

Los huertos están bien atendidos, son muy verdes y en algunos también nacen flores y frutales. La mayor parte tiene una parcela destinada a las plantas medicinales y las hierbas aromáticas. Pedro Bravo, residente del pueblo, durante un recorrido reciente por los huertos interpretó con su flauta para los visitantes las melodiosas canciones con que ameniza las faenas agrícolas.

«Antes no sabíamos cultivar nuestras tierras -afirma Felicitas Arsega-. Ahora ya sabemos producir hortalizas, transplantarlas y preparar nuestros propios fertilizantes».

«Nuestros productos son 100 por ciento naturales, no tienen un gramo de sustancias químicas -añade Nelly Vargas, presidenta del comité intercomunal del proyecto TeleFood-. ¡Y hasta la fecha no ha habido enfermedades!. Mire estas lechugas, ¡están preciosas!»

Todas las mañanas sale un autobús a las 5 de la madrugada rumbo a Chuquibambilla, un pueblo que está a media hora de distancia, donde los aldeanos venden sus productos. Los modestos ingresos les permiten comprar lo básico: azúcar, aceite, pan, arroz y, a veces, medicinas para los niños.

Todos participan

Lo que comenzó como un proyecto de mujeres se ha convertido en un proyecto familiar. Las mujeres cuidan las plantas y los hombres preparan las tierras, construyen las terrazas y preparan los fertilizantes. Los niños, que están ocupados con la escuela y sus tareas, sólo ayudan cuando han terminado de estudiar, lo que hace a sus padres sentirse muy orgullosos porque ven en la educación la clave de un futuro mejor. Todos los integrantes de la familia están satisfechos de su huerto. «Poco a poco estamos mejorando nuestras vidas», dice Honorata Cruz.

Quienes crían cerdos necesitan invertir más tiempo y dinero, especialmente en piensos, pero los resultados son muy estimulantes. La hembra de cerdo de Edith Alvarez, Jacinta, está preñada. Para satisfacción de Edith, Jacinta ha engordado tanto que ya no puede saltar la cerca de su corral, y ha dejado de escaparse e irse al pueblo.

María Contreras también está muy contenta porque su hembra de cerdo va a parir pronto. Sabe que tendrá que devolver dos lechones, un macho y una hembra, al fondo rotatorio para que otra familia también se beneficie, pero de todas formas podrá vender algunos de los animales e invertir su dinero. «Quiero comprar más animalitos con ese dinero, y alimentos y ropa para mis hijos -explica-. Quiero poder comprarles libros y lápices para la escuela. Es una buena inversión para el futuro.»

La familia de Isabel Ferrel piensa ampliar su actividad en el futuro. Ya comenzaron a invertir. Vendieron su cerdo semental apenas quedó preñada la hembra y compraron 12 pollos. Ahora también pueden vender los huevos en el mercado.

Además todas las familias tienen una pequeña parcela para cultivar hortalizas. Todos cultivan alfalfa para alimentar a los cerdos y venderla como forraje. «Queremos cultivar más frutales y hortalizas para diversificar nuestra producción -explica Pedro Bravo, interrumpiendo sus canciones-. Queremos comenzar elaborando derivados como mermeladas y jugos, para venderlos más caros. Queremos exportar más, y más lejos».

Vilcabamba todavía no figura en el mapa, ni siquiera en los regionales, pero los aldeanos están impacientes por hacerlo aparecer gracias a su empeño. Entre la fertilidad del valle, el compromiso de la comunidad y la ayuda de TeleFood, deberían lograrlo y servir de ejemplo a otras personas que se encuentren en condiciones semejantes.

FAO

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