Alrededor del 30 por ciento de los plaguicidas comercializados en los países en desarrollo, por un valor comercial que se calcula en 900 millones de dólares al año, no corresponde a las normas de calidad aceptadas internacionalmente. Estos plaguicidas representan una seria amenaza a la salud de los seres humanos y al ambiente. Lo afirman la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un comunicado que se publica hoy.
«Los plaguicidas de baja calidad contienen frecuentemente substancias peligrosas e impurezas que han llevado a su prohibición o a un uso severamente restringido en todo el mundo», dice Gero Vaagt, del Grupo de Gestión de Plaguicidas de la FAO. Ese tipo de plaguicidas -agrega- a menudo contribuyen a la acumulación de existencias de plaguicidas caducados en los países en desarrollo».
El mercado mundial de plaguicidas alcanzó los 32.000 millones de dólares en el 2000, y la cuota correspondiente a los países en desarrollo fue de 3.000 millones de dólares. En los países en desarrollo los plaguicidas se emplean sobre todo en la agricultura, pero también en el ámbito de la sanidad pública, como por ejemplo, los insecticidas para neutralizar a los insectos que provocan la malaria.
Entre la posibles causas de la baja calidad de los plaguicidas se cuentan la producción y la formulación defectuosas y la selección inadecuada de las sustancias químicas. «En muchos plaguicidas, por ejemplo, la concentración del ingrediente activo está fuera de los límites de tolerancia aceptados internacionalmente», subraya el doctor David Heymann, director ejecutivo de Actividades sobre Enfermedades Transmitibles de la OMS. «Además los plaguicidas de baja calidad pueden estar contaminados con sustancias tóxicas o impurezas».
Cuando se toma en consideración la calidad del etiquetado y el empaquetado, la proporción de productos plaguicidas de baja calidad crece todavía más. «Las etiquetas, escritas a veces con lenguaje inapropiado, no facilitan datos correctos sobre el ingrediente activo, el empleo, la fecha de confección, y sobre como utilizar con seguridad la sustancia química», dicen FAO y OMS. Para el consumidor , la etiqueta es a menudo la única fuente de información sobre el producto que puede asegurar un uso efectivo y seguro de la sustancia química. Productos con datos errados sobre su contenido siguen abriéndose camino durante años en los mercados sin control alguno sobre la calidad, añade la FAO.
FAO y OMS subrayan que el problema de los plaguicidas de baja calidad es particularmente difuso en el Sub-Sahara Africano, donde el control de calidad es por lo general deficiente.
Ambos organismos han invitado a los gobiernos y a las organizaciones internacionales y regionales a adoptar las prescripciones sobre plaguicidas de la FAO y la OMS aceptadas en todo el mundo para garantizar la producción y el comercio de productos de buena calidad. Los países tendrían que hacer jurídicamente obligatorias estas normas voluntarias.
Las normas de FAO y OMS revisten especial importancia para los países en desarrollo que carecen de infraestructuras para el control adecuado de productos plaguicidas. Las industrias de plaguicidas, entre ellas las de plaguicidas genéricos, tendrían que presentar sus productos a la FAO y la OMS para un juicio de calidad.
Un memorándum de acuerdo firmado por FAO y OMS, sigla la cooperación de ambos organismos en un programa conjunto de elaboración de normas para los plaguicidas. Este procedimiento unificado potenciará el desarrollo de normas de alta calidad para los plaguicidas encaminadas a mejorar la seguridad humana y ambiental así como una producción agrícola más sostenible.
GABINETE DE PRENSA