Nota de ASAJA
En nuestra provincia el 20% de la superficie agrícola es de regadío y supone el 50% de la producción final agraria. La actividad del regadío es, por tanto, fuente de riqueza y empleo. También son importantes los efectos positivos que tiene sobre el medio ambiente. El Plan Especial de Sequía, por otro lado, ignora los principales aspectos para dar solución al déficit hídrico estructural que padece la Cuenca del Guadalquivir.
El regadío de la Cuenca del Guadalquivir ya estuvo en peligro en el año 2006 por el déficit hídrico que arrastrábamos y sólo en última instancia, gracias a las lluvias de primavera la campaña se pudo medio salvar, a pesar de la severa reducción en las dotaciones de agua de 7.000 m 3/ha. a 3.000 m 3/ha. establecida entonces por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Tan sólo habíamos tenido un año seco anterior, el año 2005, después de un largo ciclo de siete años muy húmedos en los que se dejaron de aprovechar millones y millones de litros de agua por falta de planificación por parte de las Administraciones. Este año, ante la situación de los embalses en nuestra provincia, al 42% de su capacidad, es decir, ocho puntos por debajo en la misma fecha del año anterior, el riesgo para la agricultura de regadío es aún mayor y los regantes no dejan de recibir por parte del gobierno autonómico advertencia de restricciones que amenazan con paralizar la actividad agrícola, tal como sucedió en el año 1995.
Desde ASAJA-Granada se recuerda que el regadío es fuente de riqueza y empleo, que asegura las cosechas en invierno y produce una amplia gama de cultivos de verano de mayor valor económico, que en situaciones de secano serían inviables. De hecho, en nuestra provincia sólo el 20% de la superficie agrícola es de regadío pero genera el 50% de la producción total agrícola (900 millones de euros). A nivel autonómico las cifras no son muy distintas: el regadío ocupa el 22% de la superficie agraria útil y supone el 60% de la producción total agrícola (casi 6.000 millones de euros), así como el 55% de todo el empleo generado por la agricultura y el 15% del empleo total regional.
No se puede, por tanto, reducir el problema de la carencia estructural de agua que padece la Cuenca del Guadalquivir a la disminución de la oferta a los regantes. Para acabar con el déficit hídrico y disponer del agua cuando nos haga falta es necesaria una mejor gestión de este recurso por parte de la Administración: invertir en infraestructuras, finalizar las obras pendientes proyectadas en el anterior ciclo seco (embalse de Gor, Velillos, Solana del Peñón y Jesús del Valle, en Granada, además de otros tres en Córdoba, Arenoso, La Breña II y San Calixto, y uno en Sevilla, el de Melonares) y apoyar la construcción -donde sea económica y medioambientalmente posible- de pequeñas balsas de regulación o micropresas en las propias explotaciones. Y esto es lo que el Plan Especial de Sequía que tiene previsto aprobarse el próximo mes de marzo, precisamente ignora, planteándose más bien como una amenaza para los agricultores y no como una búsqueda de soluciones a los inevitables periodos de falta de lluvia que sufre la Cuenca.
Los regantes están haciendo, por su parte, grandes esfuerzos en la consolidación y modernización de regadíos y en la construcción de las infraestructuras, con grandes inversiones que suponen al menos el 50% de todas las inversiones recogidas en el Plan Nacional de Regadíos. También han conseguido, en los últimos veinte años, disminuir las dotaciones de agua en un 15%, estabilizándose el consumo medio en torno a los 6.000 a 7.000 hm3 por hectárea en lugar de los 8.000 a 8.500 hm3 que se empleaban en los años 80.
Beneficios al medio ambiente
Es importante destacar, por otro lado, los beneficios medioambientales que genera la actividad del regadío, no solo los económicos y sociales por la mayor productividad y oportunidades de empleo que genera. Sobresale, en este sentido, la cantidad de CO2 que fija una hectárea de regadío, 43 toneladas frente a las 21,5 toneladas que fija una hectárea de monte. El regadío favorece, además, la variabilidad del paisaje, e incrementa la biodiversidad de los sistemas agrarios, pues permite la subsistencia de una mayor diversidad de especies. También contribuye a la lucha contra la erosión al estar más tiempo el suelo con cobertura vegetal. En el regadío está, en todos los aspectos: económico, social y medioambiental, el futuro de la agricultura competitiva y moderna, basada en el uso sostenible del agua.
ASAJA