Investigan con betacaroteno para su uso como aditivo alimentario

Para obtener las microsuspensiones emplean un disolvente orgánico con el que se diluye el betacaroteno y añaden un biopolímero, una macromolécula de origen biológico. De esta manera, “una gota no se une a otra porque está rodeada de biopolímero y se forma la emulsión por un impedimento estérico”, o lo que es lo mismo, el efecto que se produce cuando el volumen ocupado por parte de una molécula impide que otra parte de la misma reaccione.

Una vez que se tienen las gotas de betacaroteno los investigadores adicionan dióxido de carbono, que penetra dentro de las gotas de la emulsión y origina una precipitación, reacción química en la cual se produce un sólido a partir de líquidos. “Como el dióxido de carbono es un antidisolvente entra en la gota y lo que está dentro tiene que precipitar”, detalla. Asimismo, como la precipitación se produce dentro de la gota de emulsión y esta gota no tiene un tamaño mayor que 200 o 300 nanómetros “no puede dar partículas más grandes”, de forma que pueden controlar el tamaño de la partícula que se requiere.

“Para la industria alimentaria, el obtener partículas de tamaño nanométrico para este tipo de sustancias era complicado y con esta precipitación si que se ha conseguido”, concluye la investigadora, quien apunta que el proceso lo iniciaron con presiones de 120 atmósferas pero luego obtuvieron resultados con 60.

El Grupo colabora en este campo con una empresa de León, Vitatene, que trabaja en la producción y comercialización de carotenoides para su uso como colorantes, provitaminas y suplementos nutricionales para las industrias de la alimentación, farmacia y cosmética, una firma que dedica importantes esfuerzos a la investigación y desarrollo en biotecnología.

SINC

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