La agricultura integrada responde a los retos de la seguridad alimentaria

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Las exigencias derivadas de la seguridad alimentaria y la creciente sensibilización por la protección medioambiental están motivando la adopción de nuevos métodos productivos en la actividad agraria que atienden a un modelo de desarrollo más sostenible, que se sitúan en un estadio intermedio entre la agricultura ecológica y la convencional, la cual se caracteriza por utilizar importantes cantidades de elementos externos (insumos), algunos de cuales, son especialmente invasivos con respecto al medio ambiente. Este tipo de agricultura es la que se considera en el corpus legal español como Producción Integrada, y que permite el control de plagas mediante métodos de actuación químicos y biológicos (control integrado de plagas), buscando reducir al mínimo el uso de productos fitosanitarios de síntesis.

Entre las medidas mencionadas, la utilización de la lucha genética para proteger las plantas de plagas y enfermedades constituye una herramienta de especial relevancia ante la dilatada experiencia comercial que se dispone. En este sentido, la mejora genética clásica ha dirigido sus esfuerzos a obtener variedades más productivas en la medida que ha sido posible hacerlas más resistentes a plagas y patógenos, obtener frutos de mejores características comerciales o prolongar los períodos de cosechas. Andalucía lidera la superficie agrícola destinada a la producción integrada con más del 60% de las 601.000 hectáreas dedicadas a este tipo de producción en toda España. Destaca Almería que de 20 “simbólicas” hectáreas en 2003 ha pasado a 19.526 hectáreas en 2010.

De forma más reciente, la aplicación de modernas técnicas de ingeniería genética ha permitido el desarrollo de cultivos modificados genéticamente (MG) a escala comercial que expresan características agronómicas de utilidad reconocida, si bien no están incluidas en el reglamento de producción integrada, ni tienen relación directa con el control biológico.

CAJAMAR

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