Las plagas agrícolas son uno de los temores más antiguos a los que los agricultores se han enfrentado desde hace siglos. La velocidad a la que surgen los nuevos tratamientos sólo es superada por la capacidad de los distintos hongos y parásitos para adaptarse a ellos y crear resisitencias hacia los productos que en pocos años pasan a ser inhocuos para ellos. Ahora los investigadores trabajan con una nueva aliada que les permitirá perfeccionar sus armas: la araña roja.
El genoma de la araña roja se secuenció recientemente en el marco de un proyecto liderado por Miodrag Grbic (Grbic et al. 2011), investigador vinculado en La Rioja al Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICVV). En un nuevo estudio, junto con otros socios internacionales han utilizado este descubrimiento para identificar tanto el modo de actuación de un acaricida empleado muy comúnmente, como la manera en que los ácaros desarrollan la resistencia al plaguicida.
La secuenciación del genoma de la Tetranychus urticae ha creado recursos únicos que hacen posible este nuevo estudio. La posibilidad de producir grandes poblaciones de ácaros para estudiar su resistencia, permitirá localizar las mutaciones de resistencia a plaguicidas en un gen específico. Estas mutaciones hacen a los ácaros resistentes al etoxazol, un acaricida utilizado en todo el mundo para el control de la araña roja en la agricultura.
Conocer cómo funcionan molecularmente insecticidas y acaricidas puede ayudar al desarrollo de nuevos plaguicidas más efectivos y menos tóxicos. El etoxazol inhibe la síntesis de quitina en los ácaros, interrumpiendo así su desarrollo normal. Es un componente esencial en el exoesqueletode los insectos y de los ácaros, pero no en los vertebrados.
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