Es necesario resolver con urgencia los conflictos potenciales entre la producción bioenergética y la protección del medio ambiente, el desarrollo sostenible, la seguridad alimentaria de los campesinos pobres y el desarrollo económico de los países que suministran materias primas para la bioenergía, según el informe “Análisis del estado actual del desarrollo de la bioenergía en el G8 + 5 países”, hecho público en Roma en el 20º Congreso Mundial de la Energía.
“El desarrollo de la bioenergía representa la respuesta más inmediata y disponible para al menos cinco problemas y oportunidades clave: hacer frente a los precios récord del petróleo; la necesidad de los países importadores de crudo de reducir su dependencia de un número reducido de naciones exportadoras diversificando sus fuentes de energía y sus proveedores; la oportunidad para los países emergentes en las regiones tropicales de suministrar al mercado energético mundial combustibles líquidos a un precio competitivo; cubrir la creciente demanda de energía de los países en desarrollo,-en particular para apoyar el desarrollo en zonas rurales-, y los compromisos alcanzados para reducir las emisiones de dióxido de carbono dentro de la lucha contra el cambio climático”, aseguró Corrado Clini, Presidente de la GBEP y Director General del Ministerio italiano del Medio Ambiente, en la rueda de prensa en la que se presentó el informe.
“La bioenergía -añadió Clini-, es ya una alternativa real a los combustibles fósiles, y al mismo tiempo, como ha quedado demostrado en Brasil, puede ser la fuerza motriz para el desarrollo en algunas de las regiones más pobres del mundo”.
Se calcula que la bioenergía cubrirá el 20 por ciento de la demanda mundial de energía para el año 2030, para alcanzar entre el 30 y el 40 por ciento en 2060. Según el escenario alternativo de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el biodiesel y el etanol pueden suponer el 7 por ciento de la demanda mundial de combustibles líquidos en 2030, con un consumo que se cuadriplicará para llegar a 36 millones de toneladas métricas anuales desde el nivel actual de 8 millones.
“Por ejemplo, el bioetanol obtenido a partir del maíz tiene la capacidad de reducir las emisiones de dióxido de carbono en cerca de un 13 por ciento”, según Clini. “No parece que sea sostenible –añadió-, cuando se considera que las tierras cultivables que se están utilizando para la producción inicial, la cantidad de agua consumida, las emisiones de nitratos durante los procesos de tratamiento y conversión, así como el hecho de que tan solo es competitivo con precios del petróleo superiores a los 80 dólares EE.UU. por barril. En comparación, el bioetanol obtenido de la caña de azúcar puede hacer disminuir las emisiones de dióxido de carbono en cerca de un 90 por ciento y es competitivo con el barril de crudo a partir de 30 dólares”.
Garantizar la seguridad alimentaria
Alexander Müller, Director General Adjunto del Departamento de Ordenación de Recursos Naturales y Medio Ambiente, aseguró por su parte que “la bioenergía ofrece nuevas oportunidades de crecimiento en muchas áreas rurales de los países en desarrollo, pero es importante garantizar los medios de subsistencia y el bienestar de los grupos más vulnerables. Debemos asegurarnos que el precio de los alimentos no excede la capacidad de los pobres para comprarlos y garantizar su seguridad alimentaria”.
“La Asociación Mundial de la Bioenergía –añadió-, en especial a la luz del mandato renovado recibido en la cumbre del G8 en Alemania el pasado junio, tiene como objetivo promover el desarrollo sostenible de la bioenergía.
“El informe -continuó Müller-, es una investigación de la producción de energía a partir de la biomasa en los países del G8 +5, destacando las ventajas y los desafíos de unas de las fuentes alternativas de energía más prometedoras del futuro”.
El informe de la GBEP descubre que la bioenergía ya está disponible, lista para ofrecer soluciones inmediatas y nuevos avances tecnológicos en un plazo relativamente breve de tiempo. En lo que se refiere a la investigación y al desarrollo, la denominada segunda generación de biocombustibles derivados de la biomasa celulósica (cáscara de arroz, bagazo de caña de azúcar, desechos agrícolas y urbanos), o de las microalgas, pueden empezar a proporcionar grandes cantidades de etanol y biodiesel en forma respetuosa para el medio ambiente dentro de los próximos diez años. “Es necesario gestionar y coordinador con cuidado este crecimiento de la bioenergía, si queremos obtener el máximo beneficio y resolver los problemas que plantea”, subrayó Müller.
Asociación Mundial de la Bioenergía
La Asociación Mundial para la Bioenergía (GBEP), es una iniciativa internacional establecida para implementar los compromisos adquiridos por los países del G8+5: Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, Japón, India, Italia, México, Rusia, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos, en el Plan de Acción de Gleneagles de 2005. Su objetivo es el de “apoyar un despliegue más amplio y a costes reducidos de la biomasa y de los biocombustibles, en particular en los países en desarrollo en los que predomina el uso de la biomasa”.
La GBEP fue invitada durante la cumbre del G8 en Heiligendamm (Alemania), en junio de 2007 a “continuar su trabajo sobre las mejores prácticas en los biocombustibles y llevar adelante el desarrollo sostenible y exitoso de la bioenergía”.
La Asociación Mundial de la Bioenergía está presidida por Corrado Clini, Director General del Ministerio italiano del Medio Ambiente. La FAO alberga la Secretaria de la GBEP, con el apoyo de Italia.
FAO