Las Asociaciones de Criadores de Ganado de Raza Pura en España se crearon como un instrumento de gestión de la selección y de la mejora de una serie de razas para que, bajo la tutela de la Administración, realizasen su labor por la que recibirían una remuneración económica. Es decir, los ganaderos ponen sus conocimientos, sus rebaños, su personal y su patrimonio, siguiendo las directrices de la Administración, y ésta aportaba una serie de ayudas a las Asociaciones y ganaderos criadores para poder paliar su coste y continuar con la selección y mejora. Llegados a este punto no conviene olvidar que en este campo los resultados no son a corto plazo y la recuperación de la inversión no se consigue inmediatamente”, se asegura como un apunte inicial al problema general desde la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Merino.
“Nunca sabemos con antelación lo que vamos a percibir”
“La normativa actual –añaden- exige a las Asociaciones aportar el capital suficiente para financiar los gastos derivados de la explotación, incluidos los del personal, y al fin de año, o al año siguiente, tener la oportunidad, que no la seguridad, de recibir la ayuda correspondiente. Para que se entienda mejor, la normativa nos dice: ‘Realice el trabajo, pague y después le abonaremos lo que estimemos’. Así, nunca se sabe con antelación lo que realmente se va a percibir, y así no se puede planificar el trabajo a medio y largo plazo. En las Asociaciones, sí sabemos que debemos presentar presupuestos, sí sabemos que actividades tenemos que realizar, pero no sabemos de qué dinero disponemos”.
Apuntados los problemas generales, desde cada uno de los sectores se incide en los particulares.
Desde la Asociación Nacional de Criadores de Ganado Ovino Selecto de Raza Churra (ANCHE) afirman que “la ganadería de rumiantes en España es, de todos las que configuran el sector primario, la más compleja. Aunque en principio la alimentación está basada en la propia producción agrícola, la intensificación que ha sufrido esta ganadería hace que se dependa no sólo de la producción propia sino del mercado exterior, especialmente en lo referente a las materias primas proteicas, de forma que los costes de alimentación dependen del mercado internacional”.
“Por otro lado, los precios de los alimentos más prestigiosos para el hombre –cárnicos de rumiante- han sufrido un estancamiento en las últimas décadas y, además, como consecuencia de la crisis actual, una disminución de consumo, desviado a alimentos más baratos. Y si al final nos centramos en los productos de más calidad de nuestras ovejas autóctonas, el sector del mercado se concentra y la demanda se hace mucho más elitista. Realmente, tenemos un acceso muy pequeño y poco influyente desde el sector productor”.
Añaden desde ANCHE que “estas reflexiones nos indican la dificultad de producir de forma rentable y eficaz, especialmente en los productos más selectos, que son caros de producir, y en lo que el valor añadido se lo lleva otro sector distinto al ganadero”.
Y citan dos ejemplos. El primero hace referencia a la leche de oveja para fabricar queso: “El setenta por ciento del queso lo fabrican empresas externas al sector, por lo que los ganaderos no influyen en sus decisiones. Y menos del diez por ciento de la leche se usa para la fabricación de queso puro de oveja. La mayoría se mezcla con otras leches”.
El segundo se refiere a la carne: “En Castilla y León se comercializa en un ochenta por ciento en forma de lechazo, y los ganaderos controlan menos del quince por ciento de las canales”.
Finalmente, concluyen que “respecto a las marcas amparadas (D.O.P., I.G.P., etc.) se certifica el producto, no el proceso; es decir, en el momento que se etiqueta la canal se pierde todo el control del producto. La marca de calidad no puede intervenir ni en la conservación ni en la distribución. Habría que vehicular una herramienta que garantizara el producto en destino”.
Feagas