Los biocombustibles ofrecen oportunidades pero también plantean riesgos. El resultado dependerá del contexto específico del país y de las políticas adoptadas”, dijo Jacques Diouf, Director General de la FAO. “Las políticas actuales –explicó- tienden a favorecer a los productores de algunos países desarrollados frente a los de la mayoría de los países en desarrollo. El desafío reside en reducir o gestionar los riesgos compartiendo al mismo tiempo las oportunidades de forma más amplia”.
La producción de biocombustibles basada en productos agrícolas creció más del triple entre 2000 y 2007, y ahora supone casi el dos por ciento del consumo mundial de combustibles para el transporte. Se espera que este crecimiento continúe, aunque la contribución de los biocombustibles líquidos (principalmente etanol y biodiesel) para la energía del transporte, y, más aún, para el consumo energético mundial, seguirá siendo limitada.
A pesar de la escasa importancia de los biocombustibles líquidos en términos del suministro energético mundial, la demanda de materias primas agrícolas (azúcar, maíz, semillas oleaginosas) para obtenerlos seguirá aumentando en la próxima década y quizás más adelante, incrementando la presión sobre los precios alimentarios.
Oportunidades para los pobres
Si los países en desarrollo pueden obtener beneficios de la producción de biocombustibles y éstos pueden llegar a la población pobre, una mayor demanda de biocombustibles podría ayudar al desarrollo rural.
“Las oportunidades para los países en desarrollo de beneficiarse de la demanda de biocombustibles podrían aumentar mediante la supresión de las subvenciones agrícolas y a los biocombustibles y de las barreras comerciales, que crean un mercado artificial y benefician actualmente a los productores de los países de la OCDE a costa de los productores de los países en desarrollo”, afirmó Diouf.
Otras medidas políticas que impulsan el uso de biocombustibles líquidos, como la exigencia de que se mezclen con combustibles fósiles, así como los incentivos fiscales, han dado lugar a un rápido crecimiento artificial de la producción de biocombustibles. Según el informe, estas medidas tienen elevados costes económicos, sociales y medioambientales y deberían ser reconsideradas.
Seguridad alimentaria
La creciente demanda de biocombustibles y el consiguiente aumento del precio de los productos agrícolas ofrecen grandes oportunidades para algunos países en desarrollo. La agricultura podría convertirse en el motor de crecimiento para la reducción del hambre y la mitigación de la pobreza. La producción de las materias primas de los biocombustibles puede crear empleos y generar ingresos, especialmente si los pequeños campesinos pobres reciben ayuda para ampliar su producción y conseguir acceso a los mercados. Fomentar la participación de los pequeños agricultores en la producción de cultivos, incluyendo los destinados a biocombustibles, requiere inversiones en infraestructura, investigación, financiación rural, información de los mercados e instituciones y sistemas legales.
Sin embargo, entre los riesgos existentes, predomina la preocupación por la seguridad alimentaria. Los elevados precios de los productos agrícolas ya están teniendo un impacto negativo en los países en desarrollo que dependen en gran medida de las importaciones para satisfacer sus necesidades alimentarias. Los consumidores pobres de zonas urbanas y los compradores netos pobres de alimentos de las zonas rurales se encuentran especialmente en peligro. Una gran parte de la población pobre mundial gasta más de la mitad de sus ingresos en comida. “Las decisiones sobre los biocombustibles deberían tener en cuenta la situación de la seguridad alimentaria, pero también la disponibilidad de tierra y el agua”, según Diouf. “Todos los esfuerzos –añadió- deberían encaminarse a mantener el principal objetivo: liberar a la humanidad del azote del hambre”.
Gases de efecto invernadero
Si analizamos la dimensión medioambiental, el balance no siempre es positivo. “Una mayor producción y empleo de biocombustibles no contribuirá necesariamente a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero tanto como previamente se había supuesto”, revela el informe. Aunque algunas materias primas de los biocombustibles como el azúcar pueden generar unas emisiones de gases de efecto invernadero considerablemente inferiores, no sucede lo mismo con muchas otras.
El mayor impacto de los biocombustibles en las emisiones de gases de efecto invernadero viene determinado por el cambio del uso de la tierra. “Los cambios en el uso de la tierra – por ejemplo la deforestación para satisfacer la creciente demanda de productos agrícolas – son una gran amenaza para la calidad del suelo, la biodiversidad, y las emisiones de gases de efecto invernadero”, apuntó Diouf.
El informe afirma que los criterios de sostenibilidad basados en las normas internacionales acordadas podrían ayudar a mejorar el impacto medioambiental de los biocombustibles, pero no deberían crear nuevas barreras comerciales para los países en desarrollo.
Segunda generación
La próxima generación de biocombustibles se encuentra actualmente en desarrollo pero aún no está disponible a nivel comercial. Utiliza materias primas como madera, pastos altos, desechos agrícolas y forestales, y podría mejorar el equilibrio de la energía fósil y los gases de efecto invernadero de los biocombustibles.
“Parece ser que hay una propuesta para destinar un mayor porcentaje de la inversión en biocombustibles en investigación y desarrollo, especialmente en tecnologías de segunda generación que, si son bien diseñadas y aplicadas tendrían un mayor potencial en términos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero con una menor presión sobre la base de recursos naturales”, afirmó Diouf.
FAO