Los investigadores del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA–CSIC),se centraron en la franja de 1994 a 2007 para estudiar la persecución de las diez especies de aves con más entradas en los centros de recuperación. El abandono de la vida rural y el descenso de la caza explican el fin de la guerra contra la fauna salvaje.
“La concentración de la población humana en grandes ciudades hace que ya no se perciba a los animales del campo como enemigos; la caza de pájaros también ha disminuido por una mayor concienciación de esa población “urbanita” a través de los medios de comunicación”, señala Alejandro Martínez-Abraín, autor principal e investigador en el IMEDEA.
En el estudio, publicado recientemente en Animal Conservation de la Sociedad Zoológica de Londres, se analizaron 1.050 aves (55% rapaces diurnas, 25% rapaces nocturnas, y 20% aves acuáticas) admitidas en el centro de rehabilitación ‘La Granja de El Saler’ (Valencia), dependiente de la Generalitat Valenciana y uno de los más grandes de España, para comprobar si se ha dado un descenso de ingresos por persecución directa.
A pesar de todo,la fauna sigue sufriendo “igual o más” las consecuencias indirectas del desarrollo económico. Los choques y electrocuciones en tendidos eléctricos, la mortalidad en aerogeneradores, los atropellos en carreteras, y “el tremendo” desarrollo de las infraestructuras, fragmenta el territorio con consecuencias demográficas graves a medio y largo plazo.
Según Martínez-Abraín,“Aún queda mucho por hacer, y urge hacerlo ya porque la velocidad a la que perdemos patrimonio genético (producto de millones de años de evolución por caminos irrepetibles) es vertiginosa”.
sinc