Las empresas obtentoras de semillas dedican un porcentaje importante de su presupuesto de I+D a la producción de portainjertos

sandía

El injerto es una de las técnicas agrícolas más empleadas en el cultivo hortícola, sobre todo en zonas áridas, de alta salinidad y con condiciones de cultivo extremas como es el caso de Almería. Esta técnica, cuya implantación se remonta a los primeros años del siglo XX, ayuda a los cultivos en los que se aplica a reducir el uso de fitosanitarios y desinfectantes de suelo, a recuperar el cultivo para el caso de las cucurbitáceas, y por supuesto, a incrementar la producción final de las plantaciones.

Las principales especies hortícolas injertadas son solanáceas (pimiento, tomate y berenjena) y cucurbitáceas (melón, sandía y pepino).

Actualmente, la hortícola que más se injerta en España es el cultivo de la sandía, seguido por el tomate que se posiciona de este modo, como el segundo cultivo mayoritario en el uso de injertos. Sin embargo, últimamente también está perfeccionándose esta técnica en cultivos como la berenjena, el pepino o el pimiento.

En el mercado español existen a día de hoy una gama completa de variedades de portainjertos que permiten al agricultor cultivar en terrenos muy fatigados, alargar el ciclo de cultivo disminuir notablemente los problemas de enfermedades.

El desarrollo de nuevas variedades sólo es posible con una inversión continua en los programas de investigación, algo que aumenta cuando hablamos de una técnica relativamente nueva como son los portainjertos. Actualmente en España las empresas obtentoras cuentan con unos 35 centros de I+D a los que destinan 46,8 millones de euros anuales para investigación.

El sector hortícola, en el que se emplea cada vez más la técnica del injerto, constituye una parte fundamental de la producción agrícola, con un valor anual cercano a los 7.000 millones de euros convirtiendo a nuestro país en el primer exportador mundial.

La técnica del injerto permite a los agricultores aumentar sus producciones de forma sostenible, combatiendo los desafíos agrícolas y aumentando la rentabilidad de sus explotaciones. Para ello, es imprescindible el apoyo institucional tanto al avance tecnológico y a la investigación, como a la elaboración de un marco legislativo adecuado que posibilite la aplicación de estos avances.

El futuro del sector se cimenta en la investigación y el desarrollo tecnológico que contribuya al incremento de la productividad agroalimentaria a la vez que se asegure el mantenimiento y buen uso de los recursos naturales existentes, sin la renuncia del acceso por parte de los ciudadanos, con independencia de su clase social y situación económica, a alimentos con vistas a una dieta variada y a un precio asequible. La mejora en la agricultura y las innovaciones tecnológicas es la única baza para mantener el abastecimiento de alimento necesario para cubrir la demanda mundial, consiguiendo al mismo tiempo equilibrar los precios.

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