Las grandes ciudades se suben a la bicicleta

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Es sostenible, humaniza las ciudades, combate el sedentarismo, suele ser divertido y, por si fuera poco, proporciona una grata sensación de libertad, argumentan sus defensores más fieles. Hasta no hace mucho había una decena de urbes españolas con sistemas de préstamo público de bicis, hoy cuentan con él más de 100 municipios. El avance es notable pese a que pocas ciudades están bien adaptadas para las dos ruedas. Casi 35 millones de españoles -9 de cada 10- saben montar en bici, 21 millones aseguran que disponen de una para uso personal, 15,5 confiesan que son usuarios con alguna frecuencia y 2,5 millones son habituales, casi a diario, de este medio de transporte. Lo dice el barómetro anual de la bicicleta en España, de julio de 2010, elaborado por la consultora Gesop. Y en cuanto a su perfil, los que más la utilizan son, según las encuestas, las personas con mayor nivel de estudios. También los extranjeros que residen en España.

Pero está lejos todavía de países como Holanda, Dinamarca o Francia, donde el uso de la bici está asumido. Además, a lo largo y ancho de la geografía española las situaciones son muy diversas. En Barcelona, el 2% de los desplazamientos que se hacen a diario se realizan en bicicleta. En San Sebastián son casi el 3%, al igual que en Zaragoza o Vitoria. Sevilla está a la cabeza de todas ellas, con más del 6% de los desplazamientos, mientras otras capitales como Madrid apenas tienen una cuota del 0,3%. En Valencia, donde el servicio de préstamo de bicis lleva solo unos meses, todavía no hay datos.

Y mientras estas ciudades no pasan de un dígito, en el centro de Amsterdam, por ejemplo, casi el 50% de los desplazamientos se hacen en bici, subrayan los activistas de este medio de transporte. Es un medio de futuro, pero falta convicción, opinan.

«Su despegue tiene mucho que ver con el movimiento medioambiental, pero también con la necesidad de hacer ejercicio físico, de sentirse bien», subraya Manuel Martín, portavoz de Conbici, coordinadora estatal a la que pertenecen 53 asociaciones de toda España. «Te lleva de puerta a puerta y es perfecta para los desplazamientos de entre siete y 10 kilómetros de distancia. Además, engancha», apostilla. A partir de esas distancias pierde competitividad frente al coche, salvo que haya una política de apoyo a la intermodalidad y la bici se pueda subir al metro o al tren.

Para Conbici, Sevilla es un ejemplo paradigmático por lo deprisa que se ha adaptado a los dos pedales. En tres años, los desplazamientos en bicicleta han pasado del 0,5% al 6,6% gracias a una red principal de carriles específicos de 80 kilómetros y a una ordenanza municipal comprometida. «Si hay voluntad política se puede hacer. Ni siquiera hace falta gran presupuesto», comenta José Antonio Salido, miembro del equipo de la primera Tenencia de Alcaldía de Sevilla, en manos de IU que gobierna esta ciudad en coalición con el PSOE. La red principal -los carriles bici están protegidos de los coches o bien son de uso compartido de bicis y peatones- ha costado 18 millones de euros. Las bicicletas pueden circular por todos lados menos por el monumental casco antiguo sevillano, donde en lugares como la calle Sierpes, los ciclistas se bajan del sillín y deben hacer el recorrido a pie.

Para que la integración de la bici en una gran ciudad sea exitosa, sentencia Salido, «es imprescindible poner primero la infraestructura de carriles porque si no es difícil que sobrevivan al tráfico diario». En reconocimiento a su experiencia, la capital andaluza será sede este año del congreso mundial Velocity. «El objetivo es que en 2015 el porcentaje de desplazamientos en bici roce el 15% del total», propone Salido.

Otros espejos en los que mirarse son Barcelona o San Sebastián. Madrid, por el contrario, es la gran ausente en este nuevo mapa. En la capital estaba previsto un servicio de préstamo municipal de bicis, pero el proyecto se ha parado. «Mi impresión es que la clase política no cree en la bicicleta», interpreta Juan Merallo, activista de la asociación cicloturista madrileña Pedalibre y especialista en movilidad. Para los ciclistas la red de carriles bici de Madrid -unos 200 kilómetros, calcula Merallo- es inconexa, sobre todo por el centro de la capital. «Somos una isla, ya no en España sino en Europa», opina este miembro de Pedalibre.

No hay fórmulas mágicas para hacer compatible la circulación de coches, autobuses y bicis. Cada ciudad hace lo que puede. Sí es necesario, sin embargo, tomar una serie de medidas para facilitar la convivencia de todos. Un gran número de capitales, si no la mayoría, igual usan la calzada que las aceras para la circulación de las bicis. «Quien viaje a Amsterdam, capital ciclista por excelencia, verá que se comparten aceras y calzadas, depende del lugar», explica Martín. En unos casos los carriles bici están separados del resto del tráfico por un bordillo, en otros solo por una línea pintada en el suelo. También hay Ayuntamientos que prefieren desviar el tráfico de bicicletas por calles secundarias, donde la velocidad se limita a los 30 kilómetros por hora. En París o en Bruselas, la bici comparte el carril con autobuses… Sea cual sea la solución, estos vehículos no motorizados no transitarán con seguridad mientras no se pacifique el tráfico y se quiten coches de avenidas y rondas urbanas.

«Lo que los usuarios de la bici pedimos a las autoridades es continuidad en los carriles bici y seguridad«, reclama el portavoz de Conbici. La sensación de peligro de un ciclista avezado es menor que la de un principiante porque minimiza los obstáculos con que se topa. Tiene menos miedo. Sí es un peligro para los adictos a las dos ruedas la diferencia de velocidades a la que circulan coches y bicis: si un coche va a 50 kilómetros por hora, la bici lo hace a 15 o 20 y en las intersecciones de calles este desfase puede ser fatal para el ciclista. La apertura de puertas de los coches sin mirar o los adelantamientos también son un riesgo. Otra pega que los ciclistas encuentran en las normas vigentes es que la bici es tratada igual que el resto de vehículos, cuando no es lo mismo. Se quejan de que las multas son iguales a las impuestas a coches, camiones o motos, por eso quieren que sus faltas se consideran leves, que no pasen de los 90 euros.

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