El ecosistema creado por la superficie citrícola valenciana absorbe cada año un mínimo de 900.000 toneladas de dióxido de carbono. Tal cifra equivale a las emisiones generadas por el consumo de 300 millones de litros de gasoil, el doble de todo el gasto industrial y urbano anual de gasoil tipo C (camiones) y de fueloil (calefacción) de toda la Comunitat Valenciana. Así lo ha puesto de manifiesto esta tarde el jefe del Departamento de Citricultura del IVIA, Eduardo Primo, en la conferencia ‘La función de la citricultura contra la contaminación atmosférica’ organizada por la Fundación Agricultura y Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana (FUVAMA), en la que el prestigioso investigador ha dado a conocer las conclusiones de un exhaustivo estudio realizado por él en esta materia.
El interés y la utilidad despertada por este análisis, encargado por la Conselleria de Agricultura, ha sido tal que ya ha sido expuesto también ante la comisión permanente de las Cortes Generales para el ‘Estudio del Cambio Climático’, que analiza cómo mejorar el grado de cumplimiento del protocolo de Kyoto. Sus aportaciones, además, podrían ser cruciales en el proceso de debate de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC), que entrará en vigor en 2014 y cuyo reparto de fondos se sabe que priorizará a las actividades agrícolas que más y mejor contribuyan a la preservación del medio ambiente.
En este sentido, el prestigioso científico ha defendido la necesidad de que la PAC recompense el papel medioambiental, paisajístico y de lucha contra la emisión de gases de efecto invernadero de determinados cultivos clave, como los cítricos. “Las producciones baratas de los países emergentes han hundido los precios internacionales de nuestras naranjas y mandarinas y el sector necesita ayudas o desaparecerá”, ha explicado el científico en su conferencia.
La agricultura –como destaca el estudio- es capaz de fijar grandes cantidades de CO2 del ambiente. Pero dentro del conjunto de cultivos, los árboles, sobre todo los de hoja perenne, son los que tienen mayor capacidad para capturar estos gases de efecto invernadero. “El potencial de remoción de CO2 de los campos de naranjos -de la biomasa de sus troncos, de las malas hierbas que se producen a su alrededor, de la materia orgánica de las hojas y frutos que se descomponen en el suelo… – es enorme, muy superior por hectárea al de cualquier bosque o producción de secano y convendría poner en valor esta riqueza natural porque es fundamental para la preservación del medio ambiente”, ha concluido Primo
Fuvama