«Madagascar importa anualmente unas 200 000 toneladas de arroz para consumo interno. Este año se estima que harán falta alrededor de 270 000 toneladas, lo que representa un desafío», explica Marco Falcone, Coordinador de emergencias de la FAO en Madagascar.
«La importación de arroz a los precios internacionales significa pagar un 70% por encima de los precios locales de hoy, y no es previsible que esta situación cambie», añade.
La siembra extraordinaria realizada en julio y agosto podría aumentar considerablemente la producción, indica Falcone, ya que los agricultores tradicionales de Madagascar sólo siembran durante la temporada principal de lluvias, que se inicia en noviembre.
Los asociados en el desarrollo, incluido el Banco Mundial, están apoyando al gobierno en la tarea de incrementar a plazo medio la producción anual de arroz a 500 000 toneladas al año, en los tres años del proyecto. Dado que el país produce hoy unos 3,5 millones de toneladas de arroz al año, sería posible satisfacerlas necesidades internas y el excedente podría comercializarse.
Para incrementar a esta escala las cosechas de arroz sería necesario poner a producir las tierras agrícolas que ahora no están en explotación, ampliando los sistemas de irrigación y garantizando un uso regular de fertilizantes. Esto permitiría producir también fuera de la temporada principal.
«Madagascar podría ser más que autosuficiente en arroz –señala Falcone–. Este país puede ser un importante exportador para otros países insulares del océano Índico, como las Comoras, las Seychelles y Mauricio, por ejemplo. Los países de África oriental y austral también podrían convertirse en otro importante mercado para las exportaciones del país.»
Riesgo de una solución centrada exclusivamente en el arroz
Sin embargo, aumentar la producción de arroz no es la única medida necesaria para resolver la malnutrición crónica en Madagascar.
«En Madagascar la malnutrición obedece a la dependencia de la población de un único alimento: el arroz, que proporciona calorías, pero no muchos nutrientes ni proteínas», explica Falcone, y añade que el sur del país, región propensa a la sequía, no produce arroz. El transporte de este cereal al sur ya representa un obstáculo, como también el transporte entre las distintas regiones aisladas del sur.
De esta manera, a la vez que se están sembrando arroz y frijol en las zonas donde se abaten los ciclones, se están recogiendo las primeras cosechas de sorgo en el sur del país, con apoyo de la FAO, USAID y el Instituto Internacional de Investigación de Cultivos para las Zonas Tropicales Semiáridas (ICRISAT). Esta actividad forma parte de una estrategia de plazo más largo para reanudar en esta región árida del país la producción de un cultivo tradicional que puede prosperar no obstante las intensas sequías locales.
«Esta es la primera verdadera cosecha de sorgo del país en 20 años», indica Tom Osborn, Oficial agrónomo del Servicio de Semillas y Recursos Fitogenéticos de la FAO.
«A mediados del decenio de 1990 desapareció el sorgo como cultivo alimentario principal, cuando la población consumió los cultivos y las semillas para sobrevivir durante los años de hambruna. Ya no era posible conseguir buenas semillas de sorgo en el sur de Madagascar y lo sustituyó la producción de maíz sustituyó en gran medida», explica Osborne.
Pero el maíz ya no es muy productivo en el sur de Madagascar, que cada año se vuelve más árido. Para incrementar el suministro local de alimentos la FAO ha introducido de nuevo el sorgo y una variedad de maíz de ciclo corto, menos vulnerable a la sequía porque su período de crecimiento es más breve.
FAO