A partir de la base de datos sobre el suelo, la FAO ha producido un mapa mundial sobre la presencia de carbono (Carbon Gap Map, en inglés), que permiten la identificación de áreas en las que el almacenamiento de carbono en el suelo es mayor y aquellas con el potencial para fijar miles de millones de toneladas de carbono en suelos degradados.
La información sobre el suelo ha sido con frecuencia escasa, y su ausencia ha dificultado la predicción del potencial y los problemas para la producción de alimentos y fibras, así como la capacidad del suelo de fijar el carbono y actuar como sumidero.
Hasta ahora, los mayores esfuerzos para gestionar los gases de efecto invernadero a través de la agricultura se han centrado en la fijación de carbono a través de la plantación de árboles, ya que la cantidad de carbono que puede fijarse así es importante.
Sin embargo, cada día existe un interés mayor en hallar formas para aumentar la retención del carbono en el suelo. Los suelos pasan por contener las mayores reservas de carbono en su ciclo terrestre, aunque las diversas valoraciones sobre su magnitud varían mucho.
El suelo puede ser una fuente o un sumidero de gases de efecto invernadero, en función del uso que se realice. Para la absorción a largo plazo, el carbono orgánico debe de almacenarse en suelos de escasa rotación.
“Las propiedades químicas y físicas de los suelos también ayudan a determinar la información específica sobre el comportamiento de un suelo como filtro de aguas residuales, lugar para albergar organismos, emplazamiento de edificios o sumidero de carbono. Cuanta más información tengamos sobre las propiedades del suelo, mejor podremos evaluar la calidad de nuestros recursos naturales en todo el mundo y su potencial para producir alimentos en los escenarios presentes y futuros del cambio climático”, aseguró Alexander Müller, Subdirector General de la FAO y responsable del Departamento de Ordenación de Recursos Naturales y Medio Ambiente.
“Los datos sobre las características del suelo son un elemento clave para conocer como trabaja un ecosistema”, aseguró Freddy Nachtergaele, experto en suelos de la FAO. “Las propiedades del suelo –añadió- nos informan si tiene el potencial de almacenar agua suficiente para garantizar el crecimiento de las plantas durante un período de sequía o para resistir una inundación. El conocimiento de las propiedades del suelo por parte de los campesinos es además la base de la gestión eficaz de aplicación de fertilizantes, reduciendo la pérdida de nutrientes en el medio ambiente”.
Evaluación del potencial de la tierra
La FAO y el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA) han unido sus recientes actualizaciones de información sobre suelos a nivel mundial e incorporado a ellas el Mapa de los Suelos del Mundo FAO-UNESCO para constituir una Base de Datos Mundial Armonizada sobre el Suelo (HWSD, por sus siglas en inglés). Entre el resto de socios que han contribuido de forma significativa a la información figuran The European Soil Bureau Network, el Instituto de Ciencias del Suelo de la Academia China de Ciencias e ISRIC World Soils.
Los suelos como almacenes de carbono
Los diferentes suelos tienen diferentes capacidades de actuar como almacenes de carbono, lo que tiene una implicación directa para capturar los gases de efecto invernadero. Los suelos del mundo contienen más carbono orgánico (1 500 Gigatoneladas) que la atmósfera, que contiene cerca de la mitad de esta cantidad en forma de CO2 (720 Gt) más la vegetación (600 Gt). De esta forma, cambios relativamente pequeños en el flujo de carbono hacia o desde los suelos tienen un efecto importante a escala mundial.
Además de poder predecir el efecto de los cambios de las pautas de la lluvia en diversos escenarios climáticos, los científicos necesitan información sobre la capacidad del suelo para almacenar humedad, que se encuentra en esta base de datos.
El HWSD proporciona información precisa sobre el suelo en todo el mundo, necesaria especialmente con motivo de la Convención del Cambio Climático y los instrumentos posteriores al Protocolo de Kyoto para medir el carbono en el suelo y el comercio de carbono.
También puede resultar útil para los ingenieros agrónomos, expertos agrícolas y científicos para la planificación del desarrollo sostenible de la producción agrícola, y mejorará la evaluación de la degradación de suelos, los estudios de impacto ambiental y las opciones de gestión sostenible de las tierras agrícolas.
La base de datos servirá también para orientar las políticas destinadas a solucionar las cuestiones de competencia del suelo referidas a la alimentación, la energía y la biodiversidad.
FAO