Opinión: Vacas ‘sin papeles’

La muchas veces absurda normativa que emana del gobierno de la Unión Europea ha llevado a que los animales domésticos, en especial los de la especie bovina, dispongan de su propio D.N.I, llamado en este caso D.I.B., de su libro de explotación (similar al libro de familia), y de uno o más crotales en cada oreja con código alfa numérico. Y en el momento que existe la obligación de portar una documentación de por vida que te acredita como legal y con un sitio por tanto en la sociedad o mundo civilizado, surge la figura del ilegal o sin papeles cuando por alguna razón esta condición se pierde.

Y es que ha habido, y quedan todavía, algunas ganaderías o algunos animales que por error o dejación, y si se quiere negligencia, no están al día en sus obligaciones con la administración. Y no lo están por no haber pasado las campañas oficiales y obligatorias de saneamiento ganadero, por no estar inscritos en el Sistema de Identificación Bovina llamado en Castilla y León, SIMOCYL, por haber hecho un traslado que ahora no se puede documentar, o por otras razones. Estos animales son los que podemos llamar “sin papeles”, que se convierten de la noche a la mañana en un problema para los dueños difícil de solucionar. No se pueden sacrificar porque ningún matadero los admitiría, no se pueden dar de alta en el sistema de identificación porque no se puede acreditar su procedencia, no se pueden trasladar de localidad porque no se le puede expender una guía de traslado, no se pueden vender ni comprar, no se puede pedir ayuda o subvención alguna por ellos, no pueden ocupar pastos públicos, no se le puede recetar un medicamento si están enfermos, y en definitiva, tenerlos en la explotación es motivo de sanción administrativa y a poco que se rebusque en la legislación hasta podría considerarse un delito. Pero lo peor, lo peor de todo, es que no existe un procedimiento de regularización, pues estos animales “sin papeles” están condenados a vivir “sin papeles” toda su vida, y la única salida que están encontrando o han encontrado los ganaderos afectados es solicitando los favores a título personal de los veterinarios oficiales que estén dispuestos a firmar en barbecho para solventar los problemas.

Queda por tanto claro que en el mundo animal, en el de los animales domésticos, y en especial las vacas, existe la condición de legal e ilegal, de “con papeles” y de “sin papeles”. Es lo mismo que los inmigrantes que vienen a España a trabajar en lo que nadie quiere, con la diferencia de que a las personas “sin papeles” en un gesto de hipocresía las seguimos teniendo en nuestro país amenazándolas cada día con la reportación y el chivatazo a las autoridades, y con la diferencia que en este caso, y aunque a algunos se les olvide de vez en cuando, estamos hablando de vidas humanas, de semejantes nuestros, mientras que las otras no dejan de ser vacas por mucho aprecio y derechos que queramos otorgarles.

Todo esto explica un poco lo que ha pasado en la Cabrera (León), con la captura a tiros de vacas abandonadas desde hace varios años. El problema no estaba tanto en acreditar la propiedad de las mismas, no estaba tanto en poderlas capturar, pues nos sobran en León mozos y mozas que los tienen bien puestos, el problema estaba en que eran vacas sin papeles. Y con la administración agraria hemos topado, pues una vaca sin papeles es una vaca que no existe, y si no existe no es un problema, y si es un problema no tiene solución. La solución es a tiro limpio. La solución es la guerra.

Asaja

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