Remitido por FAO:
«El Protocolo de Kyoto proporciona mecanismos que alentarán la inversión en proyectos que no sean nocivos para el medio ambiente, los cuales contribuirán a reducir las emisiones de gases que producen el efecto de invernadero y, a la vez, promoverán el desarrollo sostenible en los países en desarrollo», declaró Wulf Killmann, Presidente del grupo de trabajo de la FAO sobre el cambio climático.
Adaptación al cambio climático
Se prevé que los países en desarrollo experimentarán a causa del cambio climático una disminución de hasta el 11 por ciento de sus tierras agrícolas de secano para 2080, respecto a la superficie agrícola de 1995, según un estudio presentado por la FAO y el Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados.
El trabajo prevé que 65 países en desarrollo podrían perder hasta 280 millones de toneladas de la producción de cereales, por un valor estimado de 56 000 millones de dólares, a consecuencia del cambio climático.
Un mecanismo contemplado por el protocolo, a través del cual los países desarrollados pagarán compensaciones por sus emisiones de carbono, ayudará a financiar las actividades de adaptación para dar asistencia a los países en desarrollo muy vulnerables a afrontar los desafíos que plantea el cambio climático. La FAO ayudará a los países vulnerables a determinar y formular proyectos que les permitan recibir esas inversiones.
Las medidas incluyen la utilización de bioenergía, reforestación y la adopción de prácticas agrícolas mejoradas que contribuyan a reducir las emisiones de la agricultura a la vez que se incrementa la producción.
Bioenergéticos, la mejor alternativa a los combustibles fósiles
Los bioenergéticos, o energía obtenida de biomasa, son: la leña, el carbón, los desechos agrícolas, los cultivos para obtener energía, el estiércol del ganado, biogás, biohidrógeno y bioalcohol. La bioenergía es una de las alternativas más importantes a los combustibles fósiles, tanto en los países en desarrollo como en los países desarrollados.
A través de una mayor inversión para incrementar la producción y la utilización de bioenergía, sería posible reducir las emisiones de carbono entre un 5 y un 25 por ciento de las emisiones previstas de los combustibles fósiles para el año 2050, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Los bosques: absorbentes de bióxido de carbono
De conformidad con el Protocolo de Kyoto los bosques desempeñan una función incomparable como sumideros de carbono porque son capaces de atrapar y almacenar el bióxido de carbono que se libera a la atmósfera.
Cada vez que un bosque produce dos metros cúbicos de madera, atrapa alrededor de una tonelada de carbono del aire. Por el contrario, al destruirse los bosques se libera al año alrededor de una cuarta parte de todos los gases que producen el efecto de invernadero, o cerca de 6 000 millones de toneladas de bióxido de carbono.
A través de las flexibles disposiciones del Protocolo de Kyoto, los países industrializados pueden compensar una cantidad limitada de las emisiones que se han comprometido a reducir, invirtiendo en los países en desarrollo en proyectos que contribuyan a la fijación del carbono. El país recibe por la cantidad de carbono que se fije reducciones certificadas de sus emisiones, susceptibles de transacción.
Al convertirse de esta manera en mercancía, el carbono adquiere un valor de entre 15 y 25 dólares, a los precios actuales del mercado del carbono, y proporciona la oportunidad a la población rural de obtener ingresos a través de proyectos de siembra de árboles.
Prácticas agrícolas que respetan el medio ambiente
Históricamente la conversión de los bosques a tierras agrícolas ha sido fuente importante de emisión de gases a la atmósfera que producen el efecto de invernadero.
«La intensificación de la agricultura permitirá reducir esa conversión y, por lo tanto, la deforestación», afirma Killmann.
Además, hay prácticas agrícolas mejoradas capaces de reducir las emisiones de carbono de la agricultura y de almacenar el carbono en la biomasa de las plantas y en los suelos a la vez que se incrementa la producción.
Entre dichas prácticas se incluyen, por ejemplo, un mayor uso de maquinaria que utilice combustibles biológicos, aplicación más racional de los fertilizantes, herbicidas y plaguicidas químicos, no arar las tierras, cubrir el suelo con material vegetal, sembrar directamente y practicar la rotación de cultivos diversificados, así como nuevos sistemas de producción de arroz con menos emisiones de metano.
A través del Protocolo de Kyoto la FAO se propone determinar, elaborar y promover estas prácticas, a fin de que los países en desarrollo puedan obtener más ingresos de la venta de los créditos de carbono, y mejorar a la vez la vida de los campesinos gracias a una mayor fertilidad del suelo y al aumento de la producción agrícola.
FAO