Miles de productos farmacéuticos, cada vez más diversos y consumidos, son “parcialmente” metabolizados por el organismo humano. Aquellos fármacos que quedan inalterados llegan al agua residual tratada en depuradoras, que no siempre están diseñadas para eliminar compuestos orgánicos sintéticos.
“A veces incluso determinados sustratos pueden revertir al fármaco original dentro de la misma planta de tratamiento e incrementar la concentración de fármaco en la salida del efluente de la planta, como es el caso de la carbamazepina (fármaco antiepiléptico psicótropo)”, explica Xavier Domenech, coautor e investigador en el departamento de Química de la UAB.
El resultado es que llegan al medio ambiente una gran diversidad de fármacos que pueden ser nocivos para la vida silvestre. “La preocupación aumenta cuando hablamos de la potabilización del agua para consumo humano, donde cada vez más se detecta la presencia de un cóctel de fármacos a baja concentración (nanogramos por litro), cuyo efecto a la larga se desconoce”, manifiesta Domenech.
SINC