En cuanto al veneno, la muestra recuerda que numerosas especies de serpientes y escorpiones producen toxinas que, además de servirles como defensa, les permiten cazar e incluso digerir alimentos.
Una de las especies que se exhibe es una cobra, serpiente venenosa que emplea todo un sistema disuasorio para hacer entender que es peligrosa, como detalla uno de los expertos que organiza la muestra. “La cobra se levanta y expande el cuello para mostrar un aspecto más grande del que tiene. Además, puede escupir el veneno por unos dientes modificados, de forma que su radio de peligrosidad es más grande”, explica. No obstante, sólo un 20 por ciento de las serpientes es venenosa y, la gran mayoría, ha tenido que buscar otros medios para cazar y defenderse. El principal sistema radica en el poder de constricción, consistente en enrollar su cuerpo sobre la presa hasta provocar la muerte por asfixia.
El camuflaje es otro de los aspectos en que se incide. Resulta ventajoso tanto para evitar depredadores como para acechar a las presas, dos situaciones en las que el animal desea pasar desapercibido. Una estrategia efectiva es parecerse a objetos comunes no comestibles como ramas, hojas o cortezas. En este sentido, la muestra cuenta con artrópodos como el insecto hoja (Phyllium giganteum), el insecto palo gigante australiano (Extatosoma tiaratum) o el insecto corteza (Eurycantha calcarata).
SINC