Al parecer, el asunto tiene una mayor magnitud de la que hablan los medios de comunicación y, como siempre, viene derivado de un problema de mala gestión que ha provocado una sobredensidad de animales (ciervos) y que ahora está poniendo en grave riesgo a toda la población de ungulados salvajes y domésticos de la Sierra de Demanda-Cameros (incluida su parte burgalesa).
Por lo que hemos podido averiguar desde la UNAC, una vez más estamos asistiendo a una clara dejación de funciones de una administración autonómica, que, lejos de aceptar e intentar poner remedio al problema, mira para otro lado, teniendo que ser los propios cazadores los que, a iniciativa propia y pagándolo de su bolsillo, encarguen a la Universidad de Zaragoza el análisis de todas las piezas de caza mayor que capturen esta temporada, ante la sospecha de que hay algo más que un problema de sarna en la población cervuna.
Hasta ahora, lo que los cazadores están encontrando es muy preocupante y, si el resultado preliminar de los análisis lo confirman, podríamos estar ante un brote de tuberculosis bovina. Pero quizás lo más grave sea que ante esta denuncia hecha por los cazadores de Ezcaray, la Administración riojana hace oídos sordos y sólo piensa analizar los ciervos con sarna, no los demás, a pesar de que todo apunta a que la sarna detectada en ciervos y corzos no sea sino un efecto secundario provocado por otras enfermedades de fondo, algunas de las cuales serían zoonosis, es decir, con riesgo grave para los cazadores que manipulan o consumen en embutido los animales cazados.
Mientras tanto el gobierno riojano sigue echando balones fuera con argumentos pueriles y cargando la responsabilidad sobre los cazadores, a los cuales acusa de falta de diligencia en la consecución de los cupos, eso sí, sin renunciar a cobrarles las tasas por animal abatido. El caso es que, mientras tanto, los corzos y ciervos siguen apareciendo muertos por todos los rincones de estas Sierras tan emblemáticas y otrora prósperas.
Desde la UNAC denunciamos, una vez más, esta situación y, por supuesto, nos ponemos del lado de unas sociedades locales que, lejos de apartarse de los problemas, se implican y ofrecen soluciones pero se sienten desamparados por su propia Administración. Esperemos que, al final, y aunque tarde, los responsables políticos y técnicos que ostentan la gestión de estas reservas de caza tan emblemáticas, reconozcan sus errores y busquen el apoyo en los cazadores locales, que, de momento, están demostrando mayor sensibilidad e implicación ante un problema en el que ellos han sido relegados a ser simples espectadores.
Unac