El garbanzo parece ser una especie originaria del Noroeste de la India, Irán, Afganistán y Turquía.
Sus semillas se emplean principalmente en la alimentación humana y a veces para conformar harinas y elaborar un buen pienso.
Requisitos del suelo
Consejos para la preparación del suelo y permitir una nascencia adecuada a las plantas:
Es conveniente labores profundas con subsoladores para aumentar al máximo la capacidad del suelo para retener agua y que la planta tenga los recursos hídricos necesarios para un buen desarrollo. De hecho, en zonas con inviernos templados se siembra en otoño y se consiguen rendimientos mayores, incluso el doble, al aprovechar mejor el agua disponible.
Como generalmente alterna su cultivo con el de un cereal, se da una labor de alzado del rastrojo del cereal seguida de cuantos gradeos sean necesarios para preparar adecuadamente la siembra, de manera que se deja la tierra lo más fina posible y se eliminan las malas hierbas que podían emerger. Por último, para favorecer la posterior siembra mecanizada es aconsejable emplear un cultivador para dejar el terreno lo más llano posible y que no haya problemas en la distribución de las semillas.
Terrenos y prevención de patologías
El garbanzo prefiere los terrenos de consistencia ligera, en suelos arcillosos la piel de la semilla es más gruesa. Es muy sensible a la salinidad y se debe tener especial cuidado con suelos ácidos, ya que se dan problemas de Fusarium, sobretodo a altas temperaturas. Además, si las precipitaciones son abundantes, debemos tener precaución puesto que sus raíces son muy sensibles y pueden padecer asfixia radicular.
Si se forma una costra tras la siembra, es conveniente eliminarla con una rastra para que las plantas crezcan adecuadamente. Cuando la planta ya posea entre 20-25 cm de envergadura suele efectuarse una labor de aricado o calzado con cultivador o arado.