7. ALTERNATIVAS AL SISTEMA DE RIEGO. 7.1. Introducción.
En principio se considera que la vid es una planta que no necesita aportes extras de agua, ya que la pluviometría de la zona parece ser suficiente para asegurar el desarrollo de la planta, pero las lluvias se reparten irregularmente a lo largo del año; la falta de precipitaciones en el primer periodo del ciclo vegetativo no permite acumular la suficiente reserva de agua en el suelo para el desarrollo de la planta ya que, llegando el verano, el aumento de la evaporación provocado por las elevadas temperaturas, no compensa el aporte hídrico que ha tenido lugar en la primavera y por lo tanto, se provoca un fuerte estrés hídrico de la planta. El acusado estrés supone una disminución de la actividad fotosintética que repercute en una menor síntesis y transporte de los acumulados para el crecimiento, maduración y agostamiento, traduciéndose éste en un descenso de la calidad del racimo.
El tema del riego, ha sido siempre objeto de controversia. Los efectos de éste en la calidad de la cosecha son muy variados. Si la planta no padece estrés hídrico, su desarrollo, vigor y actividad fotosintética son más elevados.
Con el riego se asegura un buen vigor de la planta que permite una correcta iniciación floral y constante producción de yemas florales, mejora la maduración de los frutos y aumenta la cosecha.
Lo que resulta evidente es que la aplicación indiscriminada del riego a elevadas dosis (sobre todo cuando el agua aportada se realiza durante la maduración) conduce a una disminución de la calidad de la uva y del vino.
7.2. Necesidades hídricas de la vid.
La vid es una planta que tiene relativamente pocas necesidades de agua. Se estima que precisa entre 280-300 litros para formar un kilogramo de materia seca. Además la vid dispone de un potente sistema radicular que profundiza en el suelo y un gran poder de succión de sus raíces. Se considera que la vid puede sobrevivir con precipitaciones de 250 milímetros anuales y con temperaturas extremas de 40ºC, con reducidas producciones. Se considera que una pluviometría que oscile entre 350 y 600 mm. es adecuada para la producción de vinos de calidad.
El riego debe usarse como medida de disminución del estrés, siempre conservando un cierto déficit hídrico, sobre todo en el proceso final de maduración.
Se ha de aplicar el agua en los momentos fisiológicos críticos en que la planta crece y se desarrolla. El riego no debe llevar a aumentos significativamente importantes de rendimientos que irían en detrimento de la calidad, ya que no debe incidir en disminución del grado alcohólico ni de los polifenoles en variedades tintas.
Hay que tener en cuenta una serie de consideraciones:
– Las necesidades hídricas de la vid aumentan desde la brotación hasta el envero, disminuyendo a partir de aquí hasta la recolección. La máxima necesidad corresponde al envero.
– Un exceso de humedad en la época de floración da lugar a un exceso de vigor que puede causar deficiencias en el cuajado de los frutos, provocando su corrimiento.
– Un exceso de agua durante la fase de crecimiento retrasa el envero y, por lo tanto, el inicio de la maduración, acortando ésta.
– También, un exceso de humedad pasado el envero aumenta el tamaño de los granos, pero los hace acuosos, pobres en azúcar y más ricos en ácidos, retrasando su maduración.
– El riego moderado de la vid, sobre todo en invierno, antes de la brotación, después del cuajado del fruto y antes del envero, no ofrece inconvenientes, y en climas y suelos secos puede ser aconsejable con un incremento de la producción.
En cuanto al número de riegos y la cantidad de agua precisada poco se puede afirmar, pero si se pueden fijar algunos criterios:
– Las plantas jóvenes, con un sistema radicular poco extenso, se deben regar mucho más a menudo que las completamente desarrolladas. Igualmente viñedos con el sistema radicular dañado por hongos, insectos, nemátodos, etc., deben ser regados con mayor frecuencia, para compensar la disminución de la capacidad de absorción de las plantas.
– La frecuencia de riego también depende de la etapa en que se encuentre la planta. La falta de agua durante la formación y maduración de los frutos reduce el tamaño de las bayas. Por el contrario, si los riegos son
muy frecuentes o excesivos al aproximarse la vendimia, pueden retrasar la maduración de las bayas o incrementar la compactación de racimos, favoreciendo con ello su pérdida de calidad, y la pudrición de los mismos por ataques de hongos.
– También los riegos fuertes después de períodos de sequía pueden ocasionar el rajado de las bayas.
– Normalmente se registran bajas producciones cuando se llega al punto de marchitamiento, o cuando el exceso de agua supera el umbral óptimo.
7.3. Factores condicionantes de la elección del sistema de riego.
Para hacer el aporte de agua al suelo se pueden emplear diferentes sistemas de riego. Para la elección del más idóneo, hay que tener en cuenta una serie de consideraciones:
a) Factores climáticos: vientos, heladas primaverales, evapotranspiración, temperatura y humedad relativa.
b) Factores del suelo: profundidad, textura, permeabilidad e infiltración, así como la topografía del terreno.
c) Sistema de plantación y técnicas de cultivo: disposición, densidad, sistema de plantación, sistema de poda, sistema de mantenimiento del suelo, sistema de fertilización y de tratamientos fitosanitarios.
d) Disponibilidad y calidad del agua de riego: caudal, presión y calidad (salinidad, pureza del agua e impurezas) del agua de riego.
e) Características del sistema de riego: aspectos agronómicos y económicos (coste del agua y de la instalación).
El mejor sistema será el que mejor aplique el agua con un bajo coste económico y de energía y mayor eficiencia de riego.
Por esta razón descartamos el riego por aspersión es sus diferentes posibilidades.
Riego a manta.
* Ventajas:
– En terrenos llanos es el sistema más barato, ya que apenas gasta energía.
– Las labores suponen un coste moderado ya que solo se deben mantener íntegros los caballones.
* Inconvenientes:
– Requiere buena nivelación del terreno.
– Se necesita un gran caudal de agua instantáneo.
– La eficacia del sistema es baja, aproximadamente un 40%.
– La uniformidad del reparto de agua de riego, incluso en terrenos llanos no alcanza el 70%.
– Mal acceso a la plantación, limitando el uso de máquinas.
– Riego localizado de alta frecuencia.
Consiste en aplicar el agua de riego en pequeñas dosis, de forma muy frecuente, en un volumen muy reducido y en cantidades suficientes para satisfacer las necesidades hídricas de la cepa.
– Riego por goteo:
Tiene cada vez más importancia, ya que ofrece múltiples ventajas.
Los elementos básicos de este sistema son:
– Equipo de bombeo con su correspondiente sistema de filtrado.
– Elementos especiales, como válvulas volumétricas, equipo de inyección, etc.
– Red de tuberías subterráneas.
– Tuberías portagoteros, que llevan el agua hasta la cepa por medio de goteros.
Este sistema posee la gran ventaja de que puede automatizarse.
En general es suficiente con dos goteros por cepa, colocados a 15 cm de la cepa, aunque esto depende del desarrollo de la cepa y de la permeabilidad del suelo.
La presión de trabajo de los goteros suele ser menor de dos bares y su caudal normal es de 4 l/h, pudiendo oscilar entre 2 y 8 l/h.
* Ventajas:
– Permite el riego en terrenos con topografía irregular o en suelos con permeabilidad inadecuada para otros sistemas.
– Permite un ahorro de agua porque las pérdidas por percolación o por evaporación son mínimas.
– Alta eficacia del riego, un 80%.
– Menor desarrollo de malas hierbas y fácil control de éstas.
– Mejor dosificación del agua de riego aplicada.
– Posibilidad de aplicar fraccionadamente los abonos por fertirrigación.
– Posibilidad de utilizar aguas ligeramente salinas.
– Conserva la estructura del suelo ya que evita la formación de costras.
– Facilidad de acceso y movimiento de la maquinaria en la plantación.
– Menores costes de instalación, energía y trabajo, respecto al riego por aspersión.
* Inconvenientes:
– Riesgo de taponamientos de los goteros, por diferentes partículas o precipitados, lo cual hace bajar la uniformidad de reparto del agua de riego.
– Excesiva localización del bulbo húmedo, sobre todo en terrenos muy sueltos o arenosos.
– Mayor facilidad para la aparición de carencias de oligoelementos, debido a las reducidas dimensiones del bulbo húmedo.
– Riego por goteo subterráneo.
Es un tipo de riego por goteo en el que los laterales porta-emisores están enterrados en el suelo a una determinada profundidad, entre 5 y 50 cm.
La instalación debe realizarse en el centro de la calle, para que el bulbo húmedo moje las raíces de dos filas de plantas.
Siempre se trabaja con tuberías con gotero integrado en el interior de la misma, aunque se pueden emplear goteros pinchados. Ha de ser un gotero fiable de la máxima calidad y con un diseño específico que le haga resistente a las obstrucciones por deposición de partículas en el laberinto del mismo. Es muy habitual el empleo de goteros autocompensantes que disponen de una membrana de silicona inyectada, su forma circular, provoca un efecto muelle que asegura su capacidad autolimpiante.
* Ventajas:
– mayor uniformidad
– mayor transpiración
– localización de fertilizantes
– utilización de aguas residuales
– mayor duración
– mejor distribución de agua
– menor consumo de agua
– ausencia de enfermedades.
* Inconvenientes:
– en las zonas con poca lluvia se pueden acumular sales en la superficie perjudicando la germinación del cultivo siguiente.
– dificultad de localizar fugas y averías.
– existe poca actividad radicular en la superficie, por lo que los abonos de poca movilidad (potasio, fósforo) se deben aplicar por fertirrigación.
7.4. Elección del sistema de riego.
El sistema de riego elegido es el de riego localizado por goteo aéreo, por las siguientes razones:
– Mantiene el suministro de agua durante todo el período vegetativo.
– Permite aplicar fertilizantes mediante el riego, en las cantidades necesarias y en los momentos adecuados.
– Ahorro del personal y equipos de manejo.
– Aumento de la eficiencia del riego.
– Mejor asimilación de los nutrientes.
– Disminución de la presencia de malas hierbas y fácil control de estas.
– Menores costes de instalación, energía y trabajo, respecto al riego por aspersión.