La calidad de un alimento tiene que ver con el cuidado en el cultivo o crianza, la experiencia de la tradición, la adaptación al medio, la realización de los controles necesarios, la selección, la estandarización, etc.
No dejamos de ver cómo cooperativas, asociaciones empresariales o las propias Comunidades Autónomas, se hacen eco, en todos los medios, de la calidad de los productos de una determinada región. A fuerza de publicidad la opinión pública está empezando a valorar la calidad en lo que consume.
Así mismo, está la idea de denominación de origen (D.O.), concepto que se adelantó unas decenas de años a la actual noción de calidad, certificando el origen de los productos y controlando su composición y sistemas de elaboración para, de este modo, garantizar un determinado nivel cualitativo en los productos amparados. Hoy en día la D.O. es para el consumidor un sinónimo de autenticidad, y no sólo tienen vigencia sino que van aumentando sus competencias. Ahora más que nunca, si podemos elegir preferimos lo auténtico, y cuando viajamos nos gusta probar lo propio de la zona o región, manteniendo la firme convicción de que lo autentico, lo original, es sinónimo de calidad.
La autenticidad es también el valor que se busca en los alimentos ecológicos, otro de los conceptos concurrentes que poco a poco se va introduciendo en nuestro país. En el resto de Europa estos alimentos están en pleno auge, de hecho la mayor parte de la producción nacional se destina a la exportación. Por definición, los alimentos ecológicos, ya sean agrícolas o ganaderos, son alimentos sin aditivos. Hemos de saber que su cultivo o crianza es realizado por manos más expertas, y que hoy por hoy son de los alimentos más controlados. Ya empiezan a aparecer diferentes etiquetas de asociaciones o de Comunidades Autónomas que certifican la procedencia de estos productos.
Otro concepto más es el de las certificaciones mediante sellos de garantía o etiquetas especiales, sobre todo después de las últimas crisis alimentarias, a fin de poder reconocer determinados alimentos frente a otros susceptibles de ser nocivos para la salud, etc. Con más lentitud de la que cabría esperar se van extendiendo las etiquetas que permiten conocer algo que cada vez preocupa más al consumidor, la trazabilidad de un alimento (donde ha sido producido y qué etapas ha seguido hasta llegar al punto de venta). En definitiva, una serie de iniciativas que sirven de colofón a los programas de aseguramiento de la calidad emprendidos por numerosas empresas agroalimentarias y, que desde la Asociación Nacional de Productores Agroalimentarios nos esforzamos en aplicar.
Ismael Álvarez de Toledo
Presidente de PROAGRO