La Organización Internacional de la Lucha Biológica e Integrada (OLIB) define la producción integrada como «Un sistema agrícola de producción de alimentos que utiliza al máximo los recursos y los mecanismos de regulación naturales y asegura, a largo plazo, una agricultura viable y sostenible. En ella los métodos biológicos, las técnicas de cultivo y los procesos químicos son escogidos con esmero, buscando un equilibrio entre el medio ambiente, la rentabilidad y las exigencias sociales».
El origen de este tipo de agricultura viene a partir de la lucha biológica e integrada de plagas, que intenta llevar un control continuo del cultivo a fin de saber el estado de desarrollo y densidad poblacional en el que se encuentran las plagas en cada momento, y prever cuando pueden suponer una verdadera amenaza para el cultivo y provocar daños significativos. A partir de este modo de actuación frente a las plagas la idea siguió extendiéndose a otras facetas del propio manejo del cultivo, hasta llegar a lo que hoy es conocido como agricultura integrada.
La agricultura integrada, presenta ventajas muy obvias e importantes para el agricultor debido a la mayor eficiencia de todas las labores que realiza, en gran parte a que debe existir una mayor preparación de los técnicos responsables. Evidentemente esto supone un mayor esfuerzo, pero se consigue una agricultura más avanzada que responde mejor a la demanda del mercado.
Esta agricultura garantiza una calidad tanto interna como externa del producto, cada vez más demandada por la sociedad, a la vez que se consigue una reducción de pesticidas y otras sustancias químicas, un mejor manejo de las distintas labores, y el momento adecuado de realizarlas, con lo que se consigue una reducción del coste de los insumos, beneficiando claramente al agricultor.
Pero este tipo de producción, también tiene varios puntos débiles, no de cara a la producción, pero sí por parte de la administración en gran parte. Para que el agricultor se acoja dentro de la calificación de agricultura integrada, debe seguir una serie de normas dictadas por la administración, pero estas normas son distintas dependiendo de cada una de las regiones de la Unión Europea, lo que hace que no exista una homogeneidad de los productos obtenidos.
Además se produce la situación en que las grandes cadenas de distribución ofertan este tipo de productos con denominaciones especiales propias, exigiendo al productor que sigan unas normas o garanticen unos requerimientos que en ocasiones son mucho más estrictos que las impuestas por la administración para agricultura integrada. Bajo estas imposiciones por parte del distribuidor, se consigue mostrar al consumidor que ese producto es de mayor calidad, pero no le hace saber que está bajo agricultura integrada, lo cual provoca que la calidad del producto pase de ser obtenida por el productor, a ser una calidad o garantía que oferta la cadena distribuidora, siendo esta la que se ve claramente beneficiada del posible sobrecoste que se obtenga del producto final. Esto se une a que este tipo de práctica agrícola no está publicitada por la administración, lo que ocasiona que el consumidor no tenga conocimiento de este modo de cultivo, y por tanto hace más fácil a la cadena de distribución conseguir beneficiarse de las buenas prácticas agrícolas del agricultor. El agricultor por tanto no encuentra reconocida la producción integrada en el mercado, mostrándose la administración muy indiferente ante este tipo de producción, e incentivándola únicamente con unas pequeñas ayudas.
Hay que tener en cuenta también que las normas establecidas para este modo de producción no garantizan una sostenibilidad de medio a largo plazo, si se siguen estrictamente, como en principio es la intención, ya que por ejemplo se permiten concentraciones salinas en el agua de riego muy elevadas, lo que a largo plazo acabaría destruyendo la estructura del suelo y por tanto impidiendo su utilización. En lugar de obligar al agricultor a someterse a las normas (que pueden ser incompletas en ciertos casos para garantizar la sostenibilidad), debería existir otro método de reglamentación que no dejara en el aire diversas cuestiones de importancia para conseguir la producción sostenible y racional, ya que lo que para unos puede ser una condición que cumplen por la naturaleza de la zona de producción, para otros puede ser “misión imposible”.
Me parece evidente que siguiendo las recomendaciones y reglas de producción para agricultura integrada lo más exactas posibles, incluso utilizando algunas más estrictas, el agricultor se verá claramente recompensado, con producciones de mayor calidad, menores costes, etc., porque en la mayoría de los casos se ve obligado a una mayor profesionalización y especialización, convirtiéndose en una empresa que gestiona de forma adecuada todos sus recursos, pero no creo que estar dentro de la denominación de agricultura integrada beneficie siempre al agricultor, ya que en situaciones adversas está limitado por estas reglas, y hoy día la administración no pone medios para incentivar de forma activa este tipo de producción.